Sí, suena increíble, pero un monja, la venerable sor María Jesús de Agreda, podría haber estado al mismo tiempo en dos espacios separados por miles de kilómetros de distancia.
¿Una monja en América?
La historia sobre esta bilocación cobró notoriedad durante el siglo XVII. Aparentemente, mientras la conquista de las regiones al sur de Estados Unidos avanzaba, una gran cantidad de indígenas acudieron a los misioneros para solicitar el bautismo.
Cuando los evangelizadores preguntaron la causa de que tantos de ellos demandaran al mismo tiempo el sacramento, la respuesta fue sorprendente.
Los indígenas contestaron que una mujer los había instruido en la fe cristiana. ¿Una mujer? ¿Si por allí no había mujeres evangelizando? Lo único que pudieron averiguar los misioneros fue que la dama vestía los hábitos de monja franciscana.
El asombro de los misioneros creció aún más cuando, al avanzar la conquista, cientos de indígenas solicitaban el bautismo en territorios inexplorados. ¿Qué ocurría?
Pero el misterio aún podía desconcertar más a los evangelizadores del Nuevo Mundo. Mientras esto sucedía en zonas alejadas, el arzobispo de México, Francisco Manso de Zúñiga, recibió una carta desde España.
Noticias desde España
Era del padre confesor de sor María Jesús de Agreda. Allí preguntaba si sabía de una monja que andaba haciendo conversiones por la región. ¿Cómo podía saber esto si estaba a miles de kilómetros de distancia?
Para resolver el misterio de esta “dama azul” que evangelizaba al sur de lo que hoy es Estados Unidos, el padre Alonso de Benavídes viajó a España en 1630. Durante su visita entrevistó a sor María y le hizo firmar un memorial donde reunía una descripción de todo lo que había ocurrido en América.
De esta manera la monja reconocía haber estado en dos lugares al mismo tiempo, ¡en España y América!
Sin embargo, hasta ese momento, sor María de Jesús Agreda no había explicado claramente lo que había sucedido. Recién casi veinte años después, en 1649, la Inquisición comenzó un proceso para investigar lo que relataba el memorial. En el interrogatorio la monja explicó lo que podría haber ocurrido.
El proceso inquisitorial y la respuesta al misterio
Por aquellos años de juventud, la venerable sor María experimentaba todo tipo fenómenos místicos. Con frecuencia atravesaba estados de éxtasis, arrobos y raptos, levitación, ingravidez, etc.
En estos momentos, la monja había ofrecido oraciones y penitencias para la conversión de los indígenas de América. Por lo tanto, no se extrañaba de que Dios se hubiese servido de ella para realizar tan maravillosa tarea.
Sor María de Jesús Agreda afirmó en sus escritos que Dios le mostró “aquellos reinos indios, y me mandó pedir y trabajar por ellos”. Más adelante reconoce que le parecía que “los amonestaba
y rogaba que fuesen buscar ministros del Evangelio que los catequizasen y bautizasen”.
Pero la monja concluye: “Si fue ir o no real y verdaderamente con el cuerpo, no puedo yo asegurarlo”.
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