El beato P. Miguel Pro, Sacerdote de la Compañía de Jesús y Mártir, vivió una época de persecución por parte de un gobierno de izquierda contra la Iglesia Católica y fue condenado a muerte sin juicio alguno. ¡Conoce la historia del párroco que, frente a la muerte, gritó: “Viva Cristo Rey”!
El sacerdote mártir que gritó “Viva Cristo Rey” antes de morir
Miguel Agustín Pro Juárez nació el 13 de enero de 1891 en Guadalupe y murió en la Ciudad de México el 23 de noviembre de 1927. Fue una época de intenso conflicto entre la Iglesia y el Estado. En 1914, la política anticlerical del presidente comunista Plutarco Elías Calles obligó al novicio Miguel a abandonar el país. Pudo regresar por un año recién en julio de 1926, mientras los enfrentamientos de la “Guerra Cristera” estaban en su peor momento.
Comenzó entonces a trabajar en la capital como un sacerdote incansable y brillante, generoso e irónico. En su bicicleta, distribuía la Comunión semanalmente en reuniones clandestinas. Ayudó a las madres solteras y se preocupó por las prostitutas.
Internamente sentía un conflicto: por un lado, el amor a Cristo Rey que le haría desear el martirio, por otro, la conciencia de su necesidad de asistir al pueblo como sacerdote. Siempre fue “mantenido bajo control”, pero su ejercicio sacerdotal tuvo un eco tan fuerte que el gobierno decidió finalmente eliminarlo.
¡Viva Cristo Rey!
Logró evadir la captura en varias ocasiones, pero el 13 de noviembre de 1927, cuando la Liga en Defensa de la Libertad Religiosa participó en un atentado contra Obregón, candidato a la presidencia de la República, la policía también acusó a Pro y sus dos hermanos de los cómplices del crimen.
Las protestas formales contra la sentencia de muerte fueron inútiles. Por el contrario, el gobierno también logró evitar los procedimientos judiciales anticipando la ejecución. Llegaron las intervenciones diplomáticas, pero sólo se salvó Roberto. Miguel y Humberto fueron fusilados a las 10 de la mañana del 23 de noviembre de 1927, al grito de “Viva Cristo Rey”.
Miguel fue declarado mártir el 10 de noviembre de 1986 y beatificado por el Papa Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988.
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