¿No crees que la humildad o la obediencia sean necesarias para la vida de un católico? El testimonio de estos 3 santos pueden darte una respuesta.

La fe católica está llena de paradojas: bienaventurados los perseguidos, el sufrimiento trae gloria, la humildad es más fuerte que el orgullo. Para el mundo, estas paradojas parecen necias. 

Pero con el poder de Dios, los cristianos saben que:

“La locura de Dios es más sabia que la sabiduría de los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fortaleza de los hombres” (1 Corintios 1,25).

Conociendo nuestra debilidad, Dios nos ha dejado más que las promesas de las Escrituras. A través de la vida de sus santos, ha demostrado que sus caminos son mejores que los nuestros.

Demos un vistazo al testimonio de tres santos cuyas vidas de humilde obediencia revelan el poder de Dios:

1. San Pablo

Hay una historia de San Pablo en Hechos de los Apóstoles 21 que muchas personas suelen olvidar. 

Cuando Pablo llegó a Jerusalén, se reunió con el obispo, Santiago el Mayor. Santiago expresó su temor de que la predicación de Pablo estaba escandalizando a los judaizantes, los primeros cristianos que creían que los fieles debían seguir la ley judía. 

Santiago pidió a Pablo apaciguarlos, tomando un voto en el templo. Esto no era una solicitud menor.

Pablo había sido perseguido por judíos hostiles a la fe cristiana en todo el imperio. Y él sabía exactamente lo que sucedería en Jerusalén (Hechos 20,22-23): sería atacado, tal vez golpeado y arrojado a la prisión. 

Sin embargo, aunque era el más elocuente de los Apóstoles, Pablo siempre se sometió a la jerarquía de la Iglesia (Gálatas 2,2). Esta circunstancia no fue diferente, así que fue al templo.

La humilde sumisión de Pablo ante el sufrimiento no sólo reveló el nivel de obediencia al que estamos llamados como católicos, sino que también formaba parte del plan de Dios. 

Después de que una multitud rodeó a Pablo en el templo, los soldados romanos lo tomaron bajo custodia. Siendo prisionero, Pablo escribió epístolas que iluminan la doctrina católica y han sustentado a innumerables cristianos hasta el día de hoy. No solo eso, fue enviado a Italia, donde ayudó a cumplir el plan de Dios para hacer que su Iglesia no solo fuera santa y apostólica, sino también romana.

2. San Pío de Pietrelcina

El Padre Pío es quizás el santo más famoso del siglo XX. Sus milagros documentados confrontan profundamente el secularismo de nuestra época. Pero cuando estaba vivo, los líderes de la Iglesia no solo eran escépticos, sino que también eran hostiles hacia él.

En parte, para disuadir a las multitudes que lo rodeaban, los superiores del Padre Pío suprimieron tan severamente su ministerio público que San Pío lo llamó su “encarcelamiento”.

Le ordenaron celebrar la Misa en privado, le prohibieron responder a las cartas del público, le prohibieron hablar sobre sus estigmas, lo alejaron de su amigo cercano y director espiritual, le impidieron confesar y le restringieron hablar con laicos. En diversos grados, su prueba duró más de diez años.

Sin embargo, como las prohibiciones se cometieron contra él y no pusieron en peligro la fe de las personas, Padre Pío se sometió.

A un amigo que propuso chantajear al Vaticano para levantar las restricciones, Padre Pío le dijo que “debería ruborizarse de vergüenza y temblar de miedo”. En otro momento, escribió: “Dulce es la mano de la Iglesia, incluso cuando te golpea”.

Pero el Padre Pío finalmente ganó la victoria no a través de los caminos del hombre, sino de Dios. Su obediencia, sacrificio y oración lograron más de lo que la calumnia o el chantaje podrían haber logrado.

Eventualmente, el Vaticano se dio cuenta de su error y levantó todas las restricciones sin que el padre lanzara un solo disparo. Su silencio amoroso ganó el día.

3. Venerable Fulton Sheen

Fulton Sheen aún no ha sido declarado formalmente santo, pero su historia es increíble. El obispo Sheen es más conocido por su aclamado programa de televisión “Life is Worth Living” y sus inmensos esfuerzos para ayudar a los pobres a través de la Sociedad para la Propagación de la Fe (SPF).

En la SPF, entró en un largo conflicto con su superior directo, Cardenal Francis Spellman. En resumen, el cardenal recibió leche en polvo donada por el gobierno, que a su vez dio a la SPF. Luego, Spellman exigió que Sheen le pagara millones de dólares por la leche. Cuando Sheen se negó, señalando que Spellman recibió la leche de forma gratuita, el cardenal explotó y prometió venganza.

En la próxima década, eso es exactamente lo que hizo Spellman (un dato curioso, a veces la persecución viene por las razones menos importantes). Sheen finalmente fue expulsado de su programa de televisión, retirado de la SPF y enviado a dirigir la Diócesis de Rochester, un trabajo para el que era completamente inadecuado y del que renunció en tres años.

Sheen nunca comentó públicamente sobre el asunto.

En cambio, vio la mano de Dios en todo, reconociendo que esta prueba era otra forma de purificación que lo acercaba al Cielo.

Lo que habría llevado a otros a defender su orgullo herido, con la ayuda de Dios se convirtió en una fuente de gloria.

Este artículo es un extracto del libro de Alec Torres y Joshua Charles, "Persecuted from Within: How the Saints Endured Crises in the Church".

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