Hoy 28 de agosto se celebra la fiesta de San Agustín de Hipona. La historia de su conversión lo hizo famoso. ¿La conoces? Aquí te la presentamos y recogemos otros dos testimonios de célebres conversos que nos recuerdan que nunca se es tarde para encontrar a Dios.

1.- San Agustín de Hipona, 354 – 430
Un día, Agustín estaba en un jardín tratando de orar por su alma. De pronto, escuchó la voz de un niño que cantaba: “Toma y lee… toma y lee”. Él tenía una Bilblia y la abrió al azar.

Encontró un versículo de la Carta de San Pablo a los Romanos que decía: “nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos … revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias”. (Rom 13, 13-14)

A partir de entonces, se declaró cristiano. Comenzó una vida de conversión constante y de estudio en la fe.

2.- San Ignacio de Loyola, 1491 – 1556
Era un militar, y fue herido en una batalla. Debió reposar por mucho tiempo y fue así que tuvo la oportunidad de leer numerosas obras sobre la  vida cristiana.

Cuando finalmente pudo salir de su castillo, tomó su espada y peregrinó al santuario de Nuestra Señora de Montserrat en Barcelona, España. Ahí entregó su arma a la Virgen y empezó a vivir en penitencia y oración.

Fue el fundador de la Compañía de Jesús o jesuitas, orden a la que pertenece el Papa Francisco.

3.- San Pablo, 15 – 68
Saulo de Tarso se dedicaba a perseguir a los cristianos poco después de la muerte y resurrección de Cristo. Un día, mientras cabalgaba rumbo a Damasco para atrapar y matar a más cristianos, una luz muy potente lo cegó y lo botó del caballo.

De esta luz provino una voz que le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”

Él respondió: “¿Quién eres, Señor?”. La voz le contesta: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer”.Desde entonces tomó el nombre de Pablo, Apóstol de Cristo, y dedicó todos su esfuerzos en la evangelización de las tierras paganas.

Como ellos, son muchos los testimonios en la historia de la Iglesia que nos recuerdan que nunca es tarde para conocer a Cristo, amarlo y seguirlo.

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