En el mundo acelerado de hoy, es fácil pasar por alto las verdaderas fuentes de alegría en nuestras vidas.
El ruido de las agendas ocupadas y las demandas constantes pueden distraernos del bien que nos rodea. Pero la alegría no está fuera de nuestro alcance; muchas veces, solo necesitamos mirar a los ejemplos correctos. A lo largo de la historia, los santos nos han mostrado cómo vivir una vida llena de una alegría profunda y duradera.
Aquí te presentamos cuatro modelos inspiradores cuya vida nos recuerda dónde se encuentra la verdadera felicidad:
1) San Felipe Neri
San Felipe Neri nació el 22 de julio de 1515 en Florencia, Italia. Desde joven fue conocido por su carácter alegre y obediente. Felipe se hizo famoso por quedarse en las esquinas conversando con los transeúntes.
Su sentido del humor atraía a muchas personas, y esto le permitía llevar la alegría del Señor a sus vidas.
“Un corazón lleno de alegría se perfecciona más fácilmente que uno triste”, dijo San Felipe.
Felipe tenía una pasión por la reforma de la fe y trabajó por ella con dulzura y amistad. Incluso al morir, su médico afirmó que nunca lo había visto tan feliz. Una gran fuente de esta alegría provenía del profundo amor de Felipe por Dios.
También dijo:
“La alegría es el signo de un corazón que ama sinceramente a Dios”.
San Felipe Neri es el patrono de la alegría y el buen humor.
Dicen que la risa es la mejor medicina, así que si alguna vez te sientes decaído, ¡pide la intercesión de San Felipe Neri!
¡San Felipe Neri, ruega por nosotros!
2) San Lorenzo
San Lorenzo nació en Aragón, España, el 31 de diciembre del año 225. Fue diácono en Roma durante una época de gran persecución. Una de las historias más conocidas sobre él es la de su martirio.
El emperador Valeriano estaba decidido a acabar con todos los cristianos, pero tenía especialmente en la mira al diácono Lorenzo.
Le dio a Lorenzo la oportunidad de salvarse, pidiéndole que le mostrara dónde estaban el oro y la plata de la Iglesia.
Lorenzo regresó tres días después con los pobres, enfermos y discapacitados, y le presentó a Valeriano la verdadera riqueza de la Iglesia. Enfurecido, Valeriano ordenó que Lorenzo fuera quemado en público sobre una parrilla.
Se dice que, durante su ejecución, Lorenzo bromeó con los guardias diciendo:
“Dame la vuelta, que estoy cocido de este lado”.
No necesitas estar en una situación como la de Lorenzo para tener alegría en el Señor, pero su martirio es testimonio de la paz y felicidad que se encuentra en estar unido a Cristo.
¡San Lorenzo, ruega por nosotros!
3) Santa Teresa de Calcuta
Santa Madre Teresa de Calcuta nació el 26 de agosto de 1916 en Skopie, Macedonia. A los ocho años ingresó en las Hermanas de Loreto, donde tomó el nombre de Teresa en honor a Santa Teresita del Niño Jesús.
Poco después fue enviada a Calcuta, India, donde profesó sus votos perpetuos y dedicó su vida al servicio de los pobres y marginados. Es ahí donde fundó las Misioneras de la Caridad.
Hizo una labor increíble dentro y fuera de la India: cuidó de los pobres y leprosos, acogió huérfanos y alimentó a personas con VIH y SIDA en Nueva York. En 1979 recibió el Premio Nobel de la Paz.
Santa Madre Teresa dijo:
“La alegría es una red de amor con la que puedes atrapar almas”.
Su vida estuvo dedicada a los demás, sirviéndolos con alegría. En todo lo que hacía, lo hacía reflejando la luz de Cristo. No evitaba el sufrimiento para encontrar la felicidad, sino que lo abrazaba para encontrar la verdadera alegría.
¡Así como Santa Teresa, que todo lo que hagamos sea con alegría y por la alegría del Señor!
¡Santa Teresa de Calcuta, ruega por nosotros!
4) San Juan Pablo II
Karol Wojtyła, que sería conocido como el Papa Juan Pablo II, nació en Polonia el 18 de mayo de 1920, en un breve período de paz. En su juventud vivió muchas tragedias, desde la muerte de sus familiares hasta la invasión nazi de Polonia.
En secreto, Wojtyła asistió a clases ilegales de seminario y fue ordenado sacerdote en 1946. Más adelante participó en el Concilio Vaticano II como obispo auxiliar. A partir de ahí, fue ascendiendo de obispo auxiliar a arzobispo y luego a cardenal.
Tras la muerte del Papa Juan Pablo I, Wojtyła se convirtió en el 265 Papa el 16 de octubre de 1978, tomando el nombre de Juan Pablo II.
Durante su pontificado, Juan Pablo II hizo grandes esfuerzos por conectar con la juventud del mundo. Creó la Jornada Mundial de la Juventud y predicó muchas homilías a los jóvenes católicos. En muchas ocasiones, les hablaba sobre la alegría.
San Juan Pablo II dijo:
“Dios nos hizo para la alegría. Dios es alegría, y la alegría de vivir refleja la alegría original que Dios sintió al crearnos”.
Imitemos la visión de San Juan Pablo II y reconozcamos que el amor de Dios “¡transforma nuestras vidas y nos llena de alegría!”