La Iglesia nos enseña que todo lo creado por Dios fue bueno en su origen, y lo mismo es cierto para los ángeles, incluso para los ángeles caídos.

El Apocalipsis cuenta que en un momento de la historia angélica se “libró una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles, pero fueron vencidos y expulsados” (Ap, 12, 7-8). ¿Cómo se llegó a esta situación?

El IV Concilio de Letrán de 1215 arribó a la conclusión de que “el diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos” (CIC 391). ¿De qué manera? Pues, la “caída” consistió en la elección libre de estos estos ángeles que rechazaron radical e irrevocablemente a Dios y su Reino (CIC 392).

¿Los ángeles tuvieron una prueba?

Según el teólogo Ludwig Ott, los ángeles inicialmente estuvieron en un estado de peregrinación en el que tuvieron que atravesar una prueba. Si bien la teología solo puede precisar que se trató de una prueba moral, esta era necesaria para que los ángeles pasaran a su estado definitivo. En este momento ya participarían para siempre de la visión beatífica de Dios.

Sin embargo, sor María de Jesús Agreda, célebre mística del siglo XVII, tuvo una revelación privada que le mostró en qué habría consistido aquella prueba. En su célebre obra “Mística Ciudad de Dios“, la monja relata lo siguiente.

Los misterios, la gran prueba de los ángeles

Cuenta sor María de Jesús Agreda que tras su creación, Dios le reveló a los ángeles el fin para el cual habían sido creados. Además les comunicó aspectos de su ser, que era Uno y Trino, y que debían adorarlo y reverenciarlo como a su Creador y Sumo Señor. En este punto, Lucifer asintió tibiamente.

A continuación, narra sor María, les transmitió que crearía una naturaleza humana y criaturas racionales inferiores para que Lo amasen y adorasen. También les reveló que a esta naturaleza humana la favorecería mucho, ya que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se encarnaría en un hombre.

No solo esto, sino que les dijo que a este Dios hecho hombre le debían adorar, y que ellos, los ángeles, serían sus siervos.

Aquí nuevamente hubo una diferencia. Los obedientes y santos ángeles se rindieron y obedecieron amorosamente a su Creador, pero Lucifer se negó e instó a otros a hacer lo mismo. Los persuadió de que él sería su líder y cabeza, y que tendrían un principado separado de Cristo.

Entonces, algunos ángeles obedientes y santos pidieron a Dios que les permitiera defender Su Gloria y la de Cristo, el verbo encarnado que había previsto.

Y entonces su Creador redobló la prueba. Les propuso un tercer misterio: les comunicó que tendrían por superiora a una mujer, de cuyas entrañas nacería Cristo. Les hizo saber que sería Reina de todos ellos y que superaría en gracia y gloria a todas las criaturas humanas y angélicas.

La rebelión en el cielo

Sobrevino la rebelión definitiva y la ruptura. Los ángeles buenos amaron a Dios aún más y alabaron su humildad, mientras Lucifer y sus seguidores se levantaron en una soberbia descomunal. El propio ángel rebelde reclamó que la Segunda Persona debía unirse con su naturaleza y no con la humana.

Y respecto al tercer misterio, el de la Virgen María, lo resistió con horrendas blasfemias e indignación contra Dios por tener ese plan.

Sor María de Jesús Agreda reproduce lo que Lucifer habría dicho a su Creador:

” Injustos son estos preceptos y a mi grandeza se le hace agravio; y a esta naturaleza, que tú, Señor, miras con tanto amor y propones favorecerla tanto, yo la perseguiré y destruiré y en esto emplearé todo mi poder y cuidado. Y a esta mujer, Madre del Verbo, la derribaré del estado en que la prometes poner y a mis manos perecerá tu intento”.

Entonces Dios le dijo con enojo: ” Esta mujer, a quien no has querido respetar, te quebrantará la cabeza y por ella serás vencido y aniquilado”. Y los ángeles rebeldes fueron expulsados del cielo.

¡Qué grandiosos los planes de Dios! Que esta revelación privada sirva para amarlo aún más.

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