Este Padre de la Iglesia fue obispo y predicador de Siria y Constantinopla entre los siglos IV y V.

Fue conocido tanto por la elocuencia de sus homilías, como por su defensa de los inocentes ante los abusos de poder de los obispos, sacerdotes o políticos de Roma.

Evidentemente esto le trajo enemigos poderosos. En especial una emperatriz: Aelia Eudoxia, esposa del emperador romano oriental Arcadio. Ella era extravagante y tenía costumbres pecaminosas.

San Juan Crisóstomo la criticó severa y abiertamente. Incluso la llamó “Herodías”, como la esposa de Herodes, aquella que pidió la cabeza de San Juan Bautista.

La emperatriz, junto a otros obispos y políticos, crearon dos sínodos con testimonios falsos para culparlo de hereje y sentenciarlo al exilio. Lo que finalmente lograron.

El santo caminó más de setenta días hacia Pityus (actual Georgia), con el motivo de evangelizar la zona. Lamentablemente murió en el camino. Según indican testigos, sus últimas palabras fueron “¡Gloria a Dios por todo!”.

Pidamos su intercesión para que podamos tener la mirada fija en Cristo y no en cualquier riqueza material o psicológica que nos haga vanidosos y soberbios. Seamos siempre humildes por Dios y para Dios.

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