El 6 de diciembre, nuestra familia recorrió más de 320 kilómetros para venerar las reliquias de Santa Teresita del Niño Jesús, “la Pequeña Flor”, una monja carmelita francesa que murió a los 24 años a finales del siglo XIX.
Su relicario ha recorrido Estados Unidos durante este Año Jubilar, y Miami en Florida fue la última parada. Todos coincidimos sin dudar que el viaje, cuatro horas de ida y cuatro de regreso, valía la pena.
La mañana en que partimos, me desperté horas antes de que sonara la alarma y no pude volver a dormir. Cuando eso ocurre, suelo recurrir a la oración.
Como planeábamos visitar las reliquias de Santa Teresita, le pedí que rezara para que nuestro viaje fuera seguro y le dije: “Si ves a Ewan allá arriba, por favor salúdalo y dile que lo amamos”.
(Ewan Eliezer Petermann nació con una cardiopatía congénita el 18 de septiembre de 2010, en Seattle, Washington, hijo de James y Kirsten. Sus hermanos menores son Austen (13) y Streiter (11). Tras 16 días de vida, varias cirugías, procedimientos y complicaciones médicas, partió al encuentro del Señor el 4 de octubre de 2010).
Al salir por la puerta, noté que la planta de Dracaena que tenemos fuera de casa, una planta que mi papá compró y plantó hace más de una década para honrar y recordar a Ewan, estaba a punto de florecer. En los 12 años aproximadamente que la tenemos, solo había florecido una vez. La llamamos “el árbol de Ewan”.
Durante el viaje, conversamos en familia sobre estar abiertos a cómo Dios quería usar ese tiempo y mantener una actitud de receptividad a la manera en que Él quisiera bendecir a nuestra familia.
Al llegar, nos sentamos en la capilla y rezamos en silencio. Vimos a otras personas acercarse por el pasillo para tocar el relicario y rezar, y para apoyar en él sus objetos sagrados. Luego tuvimos nuestros turno para hacer lo mismo.

Cuando regresamos a casa ya estaba oscuro, pero noté que la Dracaena había estallado en flores fragantes. Sólo más tarde, cuando ya me había relajado, recordé mi oración de la madrugada y lo comprendí todo: mi oración, nuestra visita a “la Pequeña Flor”, el árbol floreciendo completamente fuera de temporada y nuestra conversación sobre estar abiertos a la gracia que Dios quería concedernos.

Tal vez pienses que fue solo una linda coincidencia, y está bien.
