Para los años 80, Ricardo Pareja Meseguer era uno de esos jóvenes perdidos. Punk hasta el tuétano, usaba la típica cresta de gallo en la cabeza y andaba en ambientes de pecado.

Su familia velaba constantemente por su bienestar y salvación. Pero a él no le importaba. Sus padres solían preguntarse por su ubicación y si estuviera aún con vida. En especial la hermana de su madre, mujer devota, que rezaba por él constantemente.

Todo esto termina el día en que un grupo de Neonazis radicales lo encuentran en la calle y lo golpearon con barras de hierro en la cabeza. La ambulancia logra llevarlo a tiempo al hospital, donde sobrevive por milagro.

En ese estado, la tía que solía rezar por él, lo invita a una convivencia de inicio de curso para catequistas. Después de lo vivido, pensó que no tendría nada que perder en probar otros estilos de vida.

Fue en esta retiro donde se encontró con un Cristo personal. Con un Dios cercano que comprendía sus fallas y lo invitaba a amar de verdad. Después del retiro, al volver a casa, comenzó a asistir a una comunidad neocatecumenal en la parroquia de San Luis Gonzaga. Donde comenzó a luchar por una vida santa.

Pero Dios aun guardaba una sorpresa para él. Conoció a una joven llamada Merche con quien tuvo un noviazgo santo. Cuando ella entró a la comunidad donde él asistía, pronto decidieron casarse.

¡Hoy son padres de 9 hijos! Ricardo indica que cada uno de ellos ayuda al matrimonio en su conversión.  Cada uno de ellos asiste a la parroquia donde su matrimonio comenzó. Cada uno aporta a la comunidad usando los dones que Dios les dio.

Testimonios como estos, nos recuerdan que nunca es tarde para creer en Cristo. Y que Él, sin importar nuestro pecado, está dispuesto a amarnos por completo. Nos recuerda que, no importa lo que hemos hecho, Dios es bueno con nosotros.

Comparte