Un caballero en una pequeña ciudad de Francia necesitaba ir de cacería y decidió dejar durmiendo a su pequeño hijo en casa. Él confiaba en que su perro guardián llamado Guinefort lo cuidaría.
Al volver de la cacería, el caballero se preocupó al encontrar su casa completamente desordenada y vacía. ¡Su hijo había desaparecido! Su desesperación aumentó cuando, el revisar bien la casa, encontró a su perro con manchas de sangre. Enfurecido con el perro al pensar que había matado a su hijo a mordidas, el caballero tomó su espada y mató al perro en venganza.
Sin embargo, unos minutos después el caballero pudo escuchar el llanto de su hijo. Estaba vivo y a salvo debajo de su cama y a su costado una serpiente muerta lo acompañaba.
¡Ahora todo tenía sentido! Su fiel perro Guinefort en realidad había salvado la vida de su hijo atacando a la serpiente. Al darse cuenta de su error, el caballero tomó el cuerpo de su perro, lo enterró en un pozo cercano y construyó un santuario para venerar a su mascota.
Esta veneración se extendió rápidamente y algunas personas que vivía cerca ya le atribuían milagros a “San Guinefort”.
“Los campesinos de la zona… comenzaron a visitar el lugar y a honrar al perro como un mártir”, escribió Esteban de Borbón, un inquisidor dominico del siglo XIII.
Pero Esteban también describió los ocultos rituales que se desarrollaban en torno a la devoción de este perro. Algunos dejaban a sus hijos pequeños cerca a un fuego, lo cual costó la vida de muchos de ellos.
Con su autoridad de inquisidor, Esteban tuvo que tomar cartas en el asunto. Así que ordenó que dicha devoción se detuviera y se erradicara de dicha región.
La Iglesia nunca canonizó a Guinefort porque los perros no tienen alma inmortal y no pueden ser santos. Así que, por favor, no le recen a San Guinefort. Por cierto, los aldeanos de aquella época solían rezar al perro diciendo “San Guinefort, protégenos de los idiotas y las serpientes malvadas”.
Como sea, la veneración a esta mascota se mantuvo en aquella región hasta principios del siglo XX. Incluso hoy, si paseas por algunos lugares de Francia, es probable que algunas personas aún conozcan la historia de San Guinefort, el perro.
Los perros no son santos, ¡pero son un regalo que Dios no hizo en la Creación!
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