Según el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), el “martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad” (2473).
Tailandia tuvo también estos testimonios
Desde los primeros misioneros dominicos franceses en 1554, la comunidad católica fue siempre minoritaria en Tailandia, en aquel entonces Siam, inclusive hasta hoy en día.
Fueron unos 400 años, aproximadamente, de colonialismo francés en esta región; y en 1940, aprovechando la debilidad de Francia en la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas de Siam decidieron liberarse de ellos, bautizándose luego como Tailandia.
Esto hizo que Plaek Phibunsongkhram, general rebelde que tomó el poder de Siam, fortaleciera las raíces de su pueblo, y atentara contra toda minoría, la católica entre ellas.
Los 7 mártires
En la aldea SongKhon, a 550 km al noreste de Bangkok, capital de Tailandia, se encontraba una pequeña aldea católica. Tenían a un sacerdote llamado Paul Fige, un colegio religioso y dos monjas.
El oficial rebelde Boonlue Muangkote ordenó que la población se declarase budista, dejando atrás las tradiciones católicas. Para demostrar que hablaba en serio, deportó y prohibió la entrada al Padre Fige. Aún así, el pueblo no hizo caso a la petición, y fue entonces que Muangkote tomó medidas extremas:
Martir 1: Philip Siphong Onphitak
Cuando el sacerdote se fue de su pueblo, él tomó el liderazgo de la fe y daba catequesis a la gente. Como no se rendía ante los radicales budistas, fue atraído con engaños a un río cercano por la policía, y ahí fue ejecutado el 16 de diciembre de 1940, convirtiéndose en el primer mártir nativo de Tailandia.
El resto de mártires
Al morir Siphong, las dos religiosas tomaron el mando católico del pueblo. Sus nombres eran Agnes Phila y Lucia Khambang, miembros de la Congregación de la Santa Cruz. En Navidad, la hermana Agnes le escribió al oficial Boonlue indicándole que no planeaban dejar su fe, o al pueblo.
Al día siguiente, la policía llevó a estas dos religiosas, y a 4 fieles más, al cementerio, donde fueron ejecutadas. El nombre de estos 4 feligreses que acompañaron a las consagradas al martirio son: Agatha Phutta, de 59 años, y tres adolescentes: Cecilia Butsi, Bibiana Khampai y María Phon.
¿Qué pasó después?
Lo que suele pasar con los lugares donde se derramó sangre de mártires, la fe se mantuvo y se multiplicó. A pesar de las persecuciones de entonces, y los límites que existen hasta hoy, los católicos siguen vigentes en Tailandia.
En 1959, los restos de Philip Siphong Onphitak fueron reunidos con los demás mártires y en torno a ellos se construyó un santuario. Sus beatificaciones fueron celebradas por San Juan Pablo II, el 22 de octubre de 1989.