Hubo una ocasión en que el demonio penetró en la almohada con la que San Francisco de Asís dormía. Este relato aparece en las fuentes biográficas franciscanas, en el libro Espejo de Perfección, Capítulo 9.

En el artículo 98, el texto narra que él se encontraba habitando el eremitorio de Greccio, Valle de Rieti, Italia. Los eremitorios son los lugares donde los eremitas viven.

En la noche, cuando el santo tuvo sueño, se echó en su cama para dormir, sin embargo, a cierta hora de la noche, llamó a un hermano monje que dormía cerca de su celda.

Al entrar, vio a San Francisco echado y quejumbroso, pues no podía dormir y no se podía levantar de la cama. “Yo creo que el diablo está en este cabezal que tengo en la cabeza”, dijo el santo.

Él nunca había dormido con almohada de plumas desde su conversión. Sin embargo, era tanto el sueño que tenía y el malestar de no poder ni moverse, que aceptó la almohada que le trajo su hermano monje.

Indica el relato, que este monje cogió los trapos que San Francisco usaba como almohada, y se los puso en el hombro. Saliendo de la celda, perdió las facultades del habla, no pudo mover sus brazos ni sus piernas, quedándose rígido de pie.

De pronto, el santo lo llamó y su parálisis se detuvo. El monje fue donde él a contarle todo lo sucedido. San Francisco le contó:

“Al anochecer, cuando rezaba completas, sentí que el diablo venía a la celda. Veo que este diablo es muy astuto, porque, no pudiendo hacer daño a mi alma, intenta impedir el descanso necesario del cuerpo, para que no pueda dormir ni estar erguido para orar, para impedir la devoción y la alegría del corazón, y provocarme así a murmurar de mi enfermedad”.    

¡San Francisco de Asís, ruega por nosotros!

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