En el tiempo de las cruzadas, San Francisco sufrió mucho al ver el egoísmo y las costumbres disolutas de los soldados de la cruz. Deseando la salvación de los musulmanes, decidió visitar el campo del enemigo, a pesar de que los cruzados le dijeron que la cabeza de los cristianos estaba puesta a precio.

Luego de conseguir la autorización del delegado pontificio, Francisco y el hermano Iluminado se aproximaron al campo enemigo, gritando:

“¡Sultán, Sultán!”

Cuando los condujeron a la presencia del sultán Malek-al-Kamil, Francisco declaró osadamente:

“No son los hombres quienes me han enviado, sino Dios todopoderoso. Vengo a mostrarles, a ti y a tu pueblo, el camino de la salvación; vengo a anunciarles las verdades del Evangelio”.

El Sultán quedó impresionado y optó por seguir escuchando las palabras de Francisco. No conforme con sus osadas palabras, San Francisco de Asís no tuvo mejor idea que lanzar un insólito reto para demostrar el poder de la fe cristiana.

Si tú y tu pueblo están dispuestos a oír la palabra de Dios, con gusto me quedaré con ustedes” – dijo Francisco – “Y si todavía vacilan entre Cristo y Mahoma, manda encender una hoguera; yo entraré en ella con sus sacerdotes y así verán cuál es la verdadera fe“.

El Sultán contestó que probablemente ninguno de los sacerdotes querría meterse en la hoguera y que no podía obligarlos pues temía que el pueblo se rebele contra él. Y llegó a decir:

“Si todos los cristianos fueran como Francisco, entonces valdría la pena ser cristiano”.

[Ver: El milagro por el cual Santa Clara de Asís fue declarada Patrona de la Televisión]

[Ver: Así respondía el Santo Cura de Ars a los insultos del demonio]

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