¿Sabías que una vez una mula se postró ante Jesús Sacramentado? Sí, así es. Cuenta una historia que en una ocasión se encontraba san Antonio de Padua predicando en la ciudad de Rímini cuando, ante la incredulidad de un hereje, hizo que el animal adorara la Santa Eucaristía.

Durante el siglo XIII, por el sur de Francia y el norte de Italia se había propagado la herejía albigense o de los cátaros. Entre muchas cosas, esta secta denostaba todo lo material como algo demoníaco.

Cristo, según ellos, no había podido ser hombre ni nacer de la Virgen María, pues eso hubiera significado nacer pecador, ya que la carne era creada por el demonio.

Pues estaba san Antonio de Padua evangelizando en la sana doctrina católica en Rímini cuando tuvo un encuentro un un hereje llamado Bononillo. Este sujeto llevaba treinta años en la secta de los cátaros.

Al parecer, Bononillo se negaba a aceptar la presencia real de Jesucristo en el sacramento, porque no creía que se efectuase ningún cambio en las especies eucarísticas.

Entonces san Antonio de Padua le preguntó: “Si la mula que frecuentemente montáis adorase al
verdadero cuerpo de Cristo bajo la especie de pan, ¿creeríais entonces en la verdad del sacramento del Señor?”. El hereje aceptó el desafío planteado por el fraile franciscano.

Bononillo, durante dos días privó a la mula de todo alimento. Al tercer día, sacó el animal al público y se le ofreció cebada en un extremo mientras en el otro extremo estaba san Antonio llevando un cáliz con el cuerpo de Cristo. Una muchedumbre se había reunido para contemplar el desenlace.

La mula, como si hubiese tenido pleno uso de la razón, caminó hacia san Antonio y se arrodilló sobre sus patas delanteras delante de la hostia elevada por el santo.

El animal permaneció en aquella posición hasta que el fraile le dio permiso para marcharse. Frente al prodigio, el hereje abandonó su error.

¡Bendito sea el Santísimo Sacramento del altar!

Fuente: P. Ángel Peña O.A.R., San Antonio de Padua.

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