En Bangladesh cerca del 90% de la población es de religión musulmana y apenas el 0.3% son cristianos, pero de una sola familia católica seis mujeres eligieron la vida consagrada.
Cinco hermanas y una prima decidieron entregar su vida a Cristo en diferentes congregaciones religiosas. En el proceso de reconocer su vocación, sus padres cumplieron un rol fundamental y les dejaron una enseñanza para toda la vida: “Amar a Dios y al prójimo nunca es tiempo perdido“.
La historia de las cinco hermanas que eligieron la vida religiosa
Sor Beena, una de las cinco hermanas, ahora superiora general de su congregación religiosa, le contó a la Agencia Fides:
“Nuestra madre era una mujer piadosa y nuestro padre también era el jefe del pueblo. Fuimos criados para confiar en Dios, sin la oración de la tarde no se podía disfrutar de la cena. Nuestra madre nos habló un día del ejemplo de santa Teresa de Lisieux, cuyas cuatro hermanas la precedieron o la siguieron en la elección de la vida consagrada. Y nos ha dicho que el Señor nos llama a la consagración también hoy”.
Beena, cuando era una adolescente, escribió una carta a la Superiora General de las Hermanas Catequistas del Inmaculado Corazón de María Reina de los Ángeles. La Superiora General le dijo que estaba lista para recibirla a ella ya otras niñas de su pueblo que querían experimentar la vida religiosa.
“Con entusiasmo y alegría salimos de nuestra casa. Nuestro padre nos acompañó a la Casa Madre de la congregación en Dinajpur. De diez niñas que tuvieron esa experiencia, cuatro se hicieron monjas“, recordó Beena.
Otras cuatro hermanas siguieron a Beena y se unieron a otras congregaciones.
“La familia nos dio la base para vivir una vida cristiana. La familia es el terreno donde puede germinar una vocación religiosa. Hoy visitamos familias y conocemos a otras niñas, dando nuestro testimonio. Cuando somos bautizados, todos estamos llamados a la santidad ya predicar el Evangelio”, subrayó.
Sor Supriti, la más joven de las hermanas, comentó: “En nuestra familia, durante mi infancia, había un clima de oración. Nuestros padres nos inspiraron a estar siempre cerca de Jesús, rezábamos juntos el Rosario por las tardes. El vínculo familiar me ayudó mucho en mi vocación”.
“Mis hermanas mayores me enseñaron una vida sencilla y santa y, sobre todo, feliz. Su trabajo, bondadoso y caritativo con los demás, me atrajo y también yo me decidí por la vida religiosa”, reconoció.
El párroco de Doripara, P. Kajol Joachim Purificación, sacerdote diocesano, comentó que en su parroquia, de una población de 3500 católicos, nacieron 6 sacerdotes, 10 religiosos hermanos y 49 monjas. “El hecho de que haya seis hermanas en una sola familia es, por supuesto, un hecho extraordinario. Creo que los padres han jugado un papel fundamental, criando a sus hijos con el amor de Dios como principal alimento. Pero las niñas también pudieron observar la vida de otras monjas y sacerdotes“, subrayó.
¡Oremos por las vocaciones religiosas!
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