Megan Hjelmstad es autora católica, conferencista, veterana militar, esposa y madre. Su experiencia de toda la vida con el dolor crónico y la enfermedad le ha brindado una profunda comprensión del sufrimiento… y del poder de ofrecerlo a Dios.
En su libro “Offer It Up: Discovering the Power and Purpose of Redemptive Suffering” (Ofrécelo: Descubriendo el poder y el propósito del sufrimiento redentor), Hjelmstad responde a la frecuente pregunta de cómo ofrecer nuestro propio sufrimiento para el bien.
En el capítulo “Cómo ‘ofrecerlo’”, Hjelmstad plantea la pregunta de cómo invitar de manera práctica al Señor en nuestro sufrimiento para que este se vuelva redentor.
¿Cómo aplicarlo en la vida diaria?
“"Es importante entender cómo esto puede aplicarse en la vida cotidiana y de forma concreta, especialmente cuando el sufrimiento es tan intenso que apenas puedes hilar dos pensamientos coherentes”, escribe.
Esta lista de cuatro formas de “ofrecerlo” se basa libremente en sus escritos:
1) “Señor, ofrezco este sufrimiento por…”
Rezar esta oración en el momento puede ser sumamente poderoso. Ella también sugiere las siguientes opciones:
“Dios, te invito a entrar en este sufrimiento o te entrego este sufrimiento; úsalo para el bien”.
Hjelmstad escribe que el Señor aplicará esto a un alma, tengas o no a alguien en mente. Añade que incluso nuestra intención pensada puede ser utilizada, aunque no logremos expresar las palabras.
2) Ofrecerlo con anticipación
Hjelmstad sugiere esta opción para cuando el sufrimiento puede ser demasiado abrumador en el momento.
“Eres libre de hacer un plan con anticipación y ofrecer tu sufrimiento incluso antes de que ocurra, sabiendo que Dios honrará tu acto de voluntad cuando ese sufrimiento se presente”, afirma.
3) La Ofrenda de la Mañana
Hjelmstad explica que esta es una de las formas más sencillas y comunes de “ofrecer” lo que más nos cuesta.
La siguiente oración fue compuesta en 1844 por el Padre François Xavier Gautrelet. Es una increíble forma de comenzar el día. También nos recuerda que no solo podemos ofrecer nuestras penas, ¡sino también nuestras alegrías!
Oh Jesús, por el Inmaculado Corazón de María,
te ofrezco mis oraciones, trabajos, alegrías y sufrimientos de este día
por todas las intenciones de tu Sagrado Corazón
en unión con el Santo Sacrificio de la Misa en todo el mundo,
por la salvación de las almas, la reparación de los pecados, la reunión de todos los cristianos,
y en particular por las intenciones del Santo Padre.
Amén.
4) Rutinas y tareas redentoras
¡Esta es una idea excelente!
Hjelmstad argumenta que “vincular una ofrenda recurrente a tu rutina diaria ayuda a que la ofrenda se convierta en un hábito reflejo”.
Ella da como ejemplo ofrecer ciertos días de la semana por intenciones específicas, lo cual permite que todo lo que hace a lo largo del día adquiera un propósito más profundo.
Explica cómo Santa Teresita del Niño Jesús ofrecía su tiempo lavando la ropa en el convento por los obispos y cardenales de la Iglesia. Hjelmstad también sugiere que ofrecer aquellas tareas que menos nos gustan por una intención concreta puede hacer que la tarea sea menos abrumadora.
Concluye el capítulo diciendo que ofrecer sus sufrimientos por adelantado la ayudó a ofrecer espontáneamente los sufrimientos imprevistos en el momento en que ocurrían.
“Las posibilidades prácticas para ofrecer nuestro sufrimiento son infinitas, y las gracias aún más abundantes. En la oración, puedes invitar al Señor a que te inspire con tus propios hábitos útiles, adaptados a tu vida y a tu forma única de sufrir”, afirma.
En una cultura que a menudo busca minimizar o escapar del sufrimiento, Hjelmstad ofrece una perspectiva contracultural que anima a los lectores a encontrar valor y propósito en medio de sus propios sufrimientos.