Hace cincuenta años atrás, el Papa San Pablo VI vio al astronauta, miembro del Apolo 11, Neil Armstrong, convertirse en el primer hombre en caminar sobre la luna.

El Papa miró a la luna desde un telescopio y vio el aterrizaje en la televisión desde el Observatorio Astronómico del Vaticano. En ese momento dedicó el Salmo 8 a los astronautas, dándoles una carta escrita a mano antes de partir a su misión.

En el gran día, él los bendijo una vez ocurrió el alunizaje, y luego felicitó al presidente Richard Nixon por telegrama por el éxito de la misión.

“¡Gloria a Dios en lo más alto!”

Este fue el mensaje que el Papa San Pablo VI mandó a los astronautas del Apollo 11, aquellos primeros hombres sobre la luna:

¡Gloria a Dios en lo más alto y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad!

Cristo, al venir entre nosotros desde los abismos de la divinidad, hizo que esta voz bendita resuena en el firmamento.

Hoy, nosotros, sus humildes representantes, hacemos eco y lo repetimos como un himno festivo por todo nuestro globo terrestre, que ya no es el límite insuperable de la existencia humana, sino el umbral abierto a la amplia extensión del espacio ilimitado y los nuevos destinos.

¡Gloria a Dios!

¡Y honor a ustedes, los arquitectos de esta gran empresa espacial! ¡Honor a los hombres responsables de los científicos, los planificadores, los organizadores y los técnicos que lo hicieron realidad!

Honor a todos los que han hecho posible este vuelo tan atrevido. Honor a todos ustedes que de alguna manera jugaron un papel.

Honor a ustedes que, sentados ante sus maravillosos instrumentos, controlan el vuelo; a ustedes que informan al mundo de la empresa y su calendario, que se extiende hasta las profundidades de los cielos, el sabio y audaz dominio del hombre.

¡Honor, saludos y bendiciones!

Aquí, desde su observatorio en Castel Gandolfo, cerca de Roma, el Papa Pablo Sexto les habla a ustedes, astronautas.

¡Honor, saludos y bendiciones para ustedes, conquistadores de la Luna, pálida lámpara de nuestras noches y nuestros sueños! Lleven hacia ella, con sus presencias vivas, la voz del Espíritu, un himno a Dios, nuestro Creador y nuestro Padre.

Estamos cerca de ustedes, con nuestros buenos deseos y con nuestras oraciones. Junto con toda la Iglesia Católica, Pablo VI los saluda“.

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