Todos hemos oído hablar sobre el Concilio Vaticano II. Tal vez te contaron que dicho concilio supuso un cambio importante en la Iglesia. Que luego de ese encuentro de obispos murió el latín en la Iglesia, que ahora todas las religiones son iguales y que lo que ahora importa es comprometerse con luchas sociales, etc. Pero ¿realmente dijo esto el concilio?

No podemos negar que muchas de las cosas mencionadas son hoy defendidas por muchos sectores de la Iglesia basándose en un supuesto “Espíritu del Concilio”, entendido como las intenciones de los padres conciliares que no quedaron específicamente escritos en los documentos. Sin embargo ¿es posible que los textos digan algo totalmente distinto al supuesto “Espíritu del Concilio”? La lógica nos dice que no. Por eso en este artículo te mostraremos lo que en realidad enseña el concilio.

1) Aborto e infanticidio son “crímenes incalificables”

“Por tanto, la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables.” (Gaudium et spes, 51)

2) La única y verdadera religión

“Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica […] Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.” (Lumen Gentium, 8)

3) La Iglesia es necesaria para la salvación porque Cristo es el único mediador

“El sagrado Concilio fija su atención en primer lugar en los fieles católicos. Y enseña, fundado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación. El único Mediador y camino de salvación es Cristo, quien se hace presente a todos nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia.” (Lumen Gentium, 14)

4) Cuando se trata del control de natalidad, las buenas intenciones no son suficientes

“Cuando se trata, pues, de conjugar el amor conyugal con la responsable transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe determinarse con criterios objetivos tomados de la naturaleza de la persona y de sus actos, criterios que mantienen íntegro el sentido de la mutua entrega y de la humana procreación, entretejidos con el amor verdadero; esto es imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal. No es lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos que el Magisterio, al explicar la ley divina reprueba sobre la regulación de la natalidad.” (Gaudium et spes, 51)

5) El latín en la liturgia

“Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular.” (Sacrosanctum Concilium, 36.1)

6) Sobre el canto gregoriano

“La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas.” (Sacrosanctum Concilium, 116)

7) … pero eso no significa que no podamos tener otro tipo de música… como la polifonía.

“Los demás géneros de música sacra, y en particular la polifonía, de ninguna manera han de excluirse en la celebración de los oficios divinos, con tal que respondan al espíritu de la acción litúrgica…” (Sacrosanctum Concilium, 116)

8) Tienes que escuchar a tu obispo local

“Los Obispos, cuando enseñan en comunión con el Romano Pontífice, deben ser respetados por todos como testigos de la verdad divina y católica; los fieles, por su parte, en materia de fe y costumbres, deben aceptar el juicio de su Obispo, dado en nombre de Cristo, y deben adherirse a él con religioso respeto.” (Lumen Gentium, 25)

9) Y tienes que escuchar al Papa

“Este obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento de modo particular ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano Pontífice aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se preste adhesión al parecer expresado por él, según su manifiesta mente y voluntad, que se colige principalmente ya sea por la índole de los documentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma doctrina, ya sea por la forma de decirlo.” (Lumen Gentium, 25)

10) El “Sensus Fidelium” no se trata solo de los laicos, sino también de la jerarquía

“La totalidad de los fieles, que tienen la unción del Santo, no puede equivocarse cuando cree, y esta prerrogativa peculiar suya la manifiesta mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo cuando «desde los Obispos hasta los últimos fieles laicos» presta su consentimiento universal en las cosas de fe y costumbres.” (Lumen Gentium, 12)

11) La Iglesia tiene el “solemne mandato” de anunciar el evangelio

“Este solemne mandato de Cristo de anunciar la verdad salvadora, la Iglesia lo recibió de los Apóstoles con orden de realizarlo hasta los confines de la tierra. Por eso hace suyas las palabras del Apóstol: «¡Ay de mí si no evangelizare!», y sigue incesantemente enviando evangelizadores, mientras no estén plenamente establecidas las Iglesias recién fundadas y ellas, a su vez, continúen la obra evangelizadora.” (Lumen Gentium, 17)

¿Interesado en leer más? Puedes encontrar todos los documentos del Concilio Vaticano II en el sitio web del Vaticano.

¿Aún quieres optar por el “Espíritu del Concilio”?

Benedicto XVI te explica por qué es una mala idea:

“La hermenéutica de la discontinuidad corre el riesgo de acabar en una ruptura entre Iglesia preconciliar e Iglesia posconciliar. Afirma que los textos del Concilio como tales no serían aún la verdadera expresión del espíritu del Concilio. Serían el resultado de componendas, en las cuales, para lograr la unanimidad, se tuvo que retroceder aún, reconfirmando muchas cosas antiguas ya inútiles.” (Benedicto XVI, 22-12-2005)

“Por esto, he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la «letra» del Concilio, es decir a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos.” (Benedicto XVI, 11-10-2012)

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