El sacerdote Thomas Petri, dominico, doctor de teología moral de la Pontificia Facultad de la Inmaculada Concepción, Washington DC, Estados Unidos, compartió en su cuenta de Twitter una tierna anécdota acerca de su madre difunta.

En esta él reflexionó sobre cómo Dios transforma los corazones, cómo demuestra que nuestra vida tiene un valor alto para Él, y que no importa en qué momento de nuestra vida estemos, Él siempre estará ahí para mostrarnos cuánto nos ama y nos espera.

La anécdota es la siguiente:

“Mi madre murió en el 2011. Ella era una madre ordinaria que se quejaba de mucho y pensaba que ella podía hacer mejor el trabajo de cualquiera. Podía decir más groserías que un marinero, pero ella amaba a Dios y siempre creyó que ella no merecía su bendición. Y Él le dio muchas a pesar de sus pecados.

Como su último niño y bebé, la conocí como una madre entregada pero al mismo tiempo como una abusadora tanto física como verbalmente. No apoyó mi vocación al sacerdocio por muchos años, convencida de que el hijo que ella criase no podía estar llamado por Dios ¿Cómo podrían sus hijos estarlo?

Eventualmente convencida por las fuertes palabras de un sacerdote, ella logró aceptar no solo mi vocación sino, de nuevo, la Iglesia que amó cuando era una niña. Poco a poco ella se vio como bien recibida y amada a pesar de su naturaleza cascarrabias.

Cuando me ordenaron sacerdote 10 años atrás, mientras estaba postrado ante el altar durante la Letanía de los Santos, ofrecí mi sacerdocio al Señor con la intención de que le dé a mi madre una santa muerte. Un poco más de dos años después, Él me lo concedió.

En la última semana de su vida, ella rezaba el Rosario con devoción todos los días, miraba EWTN sin parar, se convirtió en una persona gentil y dócil, y nunca se quejaba de los tratamientos e inconvenientes que enfrentó. Nunca me dejaba irme del cuarto sin que la bendijera.

Esta es mi última fotografía con mi madre. Ella murió unas semanas después. Siempre recuerdo sus últimas palabras hacia mi: ‘Tú fuiste la mayor bendición de Dios. Tú eres la mayor bendición de mi vida’.

Dios le dio una santa muerte. Por esto, lo exalto”.

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