En medio de la violencia y la inestabilidad que sacuden Haití, la Iglesia se mantiene como un faro de esperanza. El padre Vinel Rosier comparte cómo la Iglesia acompaña al pueblo, animándolo a no rendirse y a mantener viva la fe en medio de la crisis.
Una vocación nacida en la infancia
Vinel Rosier nació el 10 de octubre de 1989 en Cavaillon, Haití, y es el tercero de cuatro hermanos. Durante su preparación para la Primera Comunión sintió por primera vez el llamado al sacerdocio.
“En una clase, una de las monjas preguntó qué queríamos ser de mayores y yo le contesté que quería ser sacerdote”, recuerda.
Ese deseo lo llevó a unirse al grupo de monaguillos de su parroquia, donde pudo servir en la Misa y descubrir de cerca la entrega de los sacerdotes.
“Allí me impresionaba la disponibilidad de los sacerdotes y su disposición para servir. Al cabo del tiempo, le pedí al párroco que me enviara a discernir mi vocación, y eso es lo que hice durante dos años hasta que, en 2010, empecé el programa propedéutico”.
Al principio, su decisión generó ansiedad en su familia y amigos.
“Mi familia pensaba que ya no podría ir a mi barrio, que tendría otros amigos y otra familia. Pero al final, su alegría superó a la prevención porque es un motivo de orgullo para la familia entregar un sacerdote a la Iglesia”.
Fue ordenado sacerdote el 31 de agosto de 2019 en la catedral de Les Cayes. Su primer destino pastoral fue como vicario en la parroquia Sacré-Cœur des Cayes, donde dirigió el movimiento juvenil "KIRO", enseñó catecismo en colegios y ofreció clases de introducción a la Biblia a los jóvenes que se preparaban para ingresar al Seminario Mayor.
Una Iglesia que acompaña y sostiene
El padre Rosier destaca que Haití es un país de profunda tradición católica, marcado por una gran devoción mariana, gracias a la intercesión de la Virgen durante la epidemia de viruela que afectó a la población.
“El 8 de diciembre de 1942, el presidente del país permitió a las autoridades eclesiásticas consagrar Haití a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”, agrega.
Aunque el crecimiento del protestantismo y la inestabilidad política han debilitado el catolicismo en las últimas décadas, la Iglesia Católica sigue presente y ayuda a las personas a pesar de los pocos recursos.
“Es verdad que nuestra Iglesia depende totalmente de la ayuda exterior, pero con nuestros limitados recursos intentamos apoyar a las personas allí donde el Estado está ausente”, explica.
A pesar de las dificultades, el padre Rosier afirma que la Iglesia sigue “siendo una fuente de esperanza que trabaja por un mañana mejor”.
Desafíos en medio de la violencia
El sacerdote reconoce que los retos son cada vez mayores debido a los terremotos, la pobreza estructural y las crisis políticas recurrentes.
“Casi todos los días vemos la violencia indiscriminada de bandas que operan con impunidad. Todos los días se registran actos de asesinato y bandidaje. Las bandas siembran el terror y la desesperación, y por eso los habitantes se han echado a la calle para escapar, a veces sin saber siquiera adónde van”.
Ante esta realidad, la Iglesia mantiene un papel activo, llamando a la conversión y ofreciendo espacios de esperanza.
“La Iglesia en Haití trabaja para que los jóvenes en particular, y los haitianos en su conjunto, no se dejen llevar por el desánimo, y sostiene la esperanza del pueblo a través de su misión profética y de sus intervenciones en el campo de la caridad”, subraya.
Formación que abre horizontes
El padre Rosier valora la formación que recibió en Roma gracias a la Fundación CARF, donde pudo ampliar su visión de la Iglesia universal.
“Descubrí otras culturas gracias a nuestros encuentros e intercambios con universitarios de otros países. He podido hacer amigos y descubrir mucha riqueza y belleza”.
“Pon cara a tu donativo”: una campaña que transforma vidas
Para que seminaristas y sacerdotes de países en crisis, como el padre Rosier, puedan recibir formación, la Fundación CARF ha lanzado la campaña solidaria “Pon cara a tu donativo”.
La iniciativa invita a los benefactores a realizar un donativo anual de 500 euros o más, que será asignado a un seminarista o sacerdote beneficiario. Además de financiar su formación académica, humana y espiritual, el donante podrá acompañarlo en su vocación con cercanía y oración.
“Cada donativo no es solo una cifra: es una historia, un rostro y una esperanza para comunidades enteras, no solo de católicos, porque el sacerdote no distingue entre credos, solo ve hijos de Dios, que, en muchos casos, carecen incluso de lo más básico. Ponemos cara la donación, porque detrás de cada ayuda hay un futuro sacerdote bien formado que llevará la luz y la esperanza del Evangelio a lugares donde la pobreza y la violencia están presentes cada día”, explica la Fundación.
La Fundación, que nació en 1989 por inspiración de san Juan Pablo II y el impulso del beato Álvaro del Portillo, tiene como misión rezar por las vocaciones sacerdotales, promover el buen nombre de los sacerdotes y financiar la formación integral de seminaristas, religiosos y religiosas de los cinco continentes.
Con casi cuatro décadas de trabajo, CARF ha ayudado a cerca de 30 mil alumnos de 130 países, cubriendo no solo su formación académica, sino también su manutención. Tras completar sus estudios, cada sacerdote regresa a su país de origen para convertirse en referente espiritual, humano y social en comunidades que necesitan esperanza.