Uno de los episodios más llamativos de la vida de san Ignacio de Loyola, es el de su conversión: Ignacio se encuentra en casa convaleciente, después de haber sido herido en batalla en una pierna. Para liberarse del aburrimiento pide leer algo. A él le encantaban los libros de caballería, pero lamentablemente en casa había solo vidas de santos. Un poco a regañadientes se adapta, pero durante la lectura comienza a descubrir otro mundo, un mundo que lo conquista y parece competir con el de los caballeros. Se queda fascinado por las figuras de San Francisco y de Santo Domingo y siente el deseo de imitarles. Pero también el mundo caballeresco sigue ejerciendo su fascinación sobre él. Y así siente dentro de sí esta alternancia de pensamientos, los caballerescos y los de los santos, que parecen ser equivalentes.

Pero Ignacio empieza también a notar las diferencias. En su autobiografía —en tercera persona— escribe así: "Cuando pensaba en aquello del mundo —y en las cosas caballerescas, se entiende— se deleitaba mucho; más cuando después de cansado lo dejaba, hallábase seco y descontento; y cuando en ir a Jerusalén descalzo, y en no comer sino yerbas, y en hacer todos los demás rigores que vía haber hecho los santos; no solamente se consolaba cuando estaba en los tales pensamientos, más aún después de dejando, quedaba contento y alegre" (n. 8).

En este momento de su vida, San Ignacio aprende a discernir los movimientos de su interior, aprende que debe estar atento para diferenciar lo que le trae alegría de lo que lo deja vacío.

Es por ello, que al celebrar su fiesta (31 de julio) queremos dejarte algunas claves para aprender este hermoso arte del discernimiento espiritual, que nos quedó como legado de este gran santo:

1.  El tiempo

Los pensamientos del mundo, al principio son atractivos, pero después pierden brillo y nos dejan vacíos. Los pensamientos de Dios, al contrario, suscitan al principio una cierta resistencia, pero cuando los acogemos, nos traen una paz desconocida que dura mucho tiempo. Por eso, a veces, las cosas que nos pide Dios no son tan claras, se desarrollan en el tiempo.

El que discierne está siempre precedido por una historia, una historia que es indispensable conocer, entender y sopesar; porque el discernimiento no es una especie de oráculo, como echar a suerte dos posibilidades.

Las preguntas importantes surgen cuando en la vida hemos hecho un tramo de camino, y es a ese recorrido que debemos volver para entender qué estamos buscando: “¿Por qué camino en esta dirección?, ¿qué estoy buscando?", y ahí se hace el discernimiento.

Ignacio, cuando estaba herido no pensaba precisamente en Dios o en cómo reformar su vida; él hace su primera experiencia de Dios escuchando su propio corazón, que le muestra algo novedoso: las cosas a primera vista atractivas lo dejan decepcionado y las menos brillantes, le regalan una paz que perdura en el tiempo.

2.   La escucha

Ignacio, tiene la primera experiencia de Dios, escuchando a su corazón que le muestra lo que verdaderamente estaba buscando.

Escuchar nuestro corazón es clave para conocer qué sucede, qué decisión debemos tomar, qué opinar sobre una situación, etc. Esta escucha nos va capacitando, poco a poco, para conducirnos por la vida y saber cómo actuar.

Discernir qué sucede dentro de nosotros no es fácil, porque las apariencias engañan, pero la familiaridad con Dios en nuestra oración personal puede disolver las dudas y temores, haciendo nuestra vida cada vez más receptiva a la luz de Dios. La oración, cuando involucra a los afectos, nos permite dirigirnos a Dios con sencillez y familiaridad, como se habla con un amigo.

3.  La casualidad:

En el discernimiento hay una aparente “casualidad” en los acontecimientos. En el caso de San Ignacio, todo parece nacer de un contratiempo: no había libros de caballería, solo vidas de santos. Un contratiempo que, sin embargo, encierra un punto de inflexión.

Dios trabaja a través de los eventos no programables y es en ellos donde debemos aprender a escuchar, estar atentos a lo “inesperado” … alguien está hablando. El discernimiento es la ayuda clave para reconocer las señales con las cuales el Señor se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables de nuestra vida, de estas puede nacer un encuentro que cambia la vida, para siempre, como el caso de san Ignacio.

El discernimiento nos permite reconocer algo que nos hace mejorar en el camino. Debemos aprender a movernos según lo que hay en nuestro corazón y a ver cuándo es Él quien actúa y cuándo no es Él.

Que el Señor nos ayude a sentir nuestro corazón y a saber escuchar la realidad, para que, a partir de ella, podamos encontrar sus llamadas en nuestra vida.

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