La peregrina Ana Rocío Rodríguez no pudo asistir a la vigilia en Tor Vergata por una repentina enfermedad. Sin embargo, Dios le concedió un regalo inesperado: entrar a la Basílica de San Pedro casi vacía, cruzar la Puerta Santa y rezar el Rosario por los jóvenes.
Con sacos de dormir y al aire libre, más de un millón de jóvenes se reunieron en la explanada de Tor Vergata este 2 de agosto para participar de la Vigilia del sábado, en espera de la Misa conclusiva del Jubileo de los Jóvenes.
Ana Rocío, peregrina de 28 años de El Salvador, formaba parte de ese grupo. Sin embargo, un problema de salud que presentó durante la madrugada le impidió asistir a este encuentro que esperaba con profunda ilusión.
“Hablé con mi doctora en mi país, El Salvador, y pues tuve que parar, tuve que renunciar y entregar eso de poder estar cerca del Papa con los jóvenes”, compartió con ChurchPOP.
Aunque fue una decisión difícil, se puso en manos de Dios. Lo que no imaginaba era que Él, como padre amoroso, le tendría un regalo impresionante.
“Yo no me imaginaba regresar a la Basílica de San Pedro y encontrarla vacía, y también, por ser peregrino, tener la oportunidad de pasar de forma más rápida”.
Ese momento le permitió cruzar nuevamente la Puerta Santa y, por primera vez en toda la peregrinación, rezar el Rosario, uniéndose espiritualmente a los miles de jóvenes que vivían la vigilia en Tor Vergata.
“Tuve el gran regalo de poder rezar el Rosario por todos los jóvenes que están viviendo ahorita la vigilia, porque por eso se pidió. Yo no había podido rezar el Rosario en toda la peregrinación, y para mí fue un regalo tan grande de Nuestra Madre”.
Además, pudo participar de la Misa dominical en la Basílica de San Pedro, experiencia que selló su peregrinación de manera especial.
“Cerrar con esa Misa ahí, para mí ha sido un gran regalo”, concluyó.