Si el Viernes Santo es la “Hora de Jesús” quien entregó su vida por amor para nuestra salvación, el Sábado Santo es la “Hora de la Madre”, el final de un largo recorrido en el que la Virgen María se une al sufrimiento de su Hijo acogiendo como hijos a todos los hombres redimidos por Él.

La Hora de la Madre: cómo el Sábado Santo de María puede cambiar nuestra vida

En este día, todos los cristianos encontramos en María un testimonio de dolor pero también de esperanza en la resurrección. Como explicó San Juan Pablo II en la Audiencia General del 3 de abril de 1996, en la “Hora de la Madre” está la fe de toda la Iglesia:

“El Sábado Santo la Iglesia, una vez más, se identifica con María: toda su fe se reúne en Ella, la primera creyente. En la oscuridad que envuelve la creación, sólo Ella permanece para mantener viva la llama de la fe, preparándose para acoger el anuncio gozoso y sorprendente de la resurrección”.

A continuación, el Santo Padre explicó: “La comunidad cristiana, recordando a la Madre del Señor en este día alitúrgico, está invitada a dedicarse al silencio y a la meditación, alimentando en la espera la dichosa esperanza del renovado encuentro con su Señor“.

En la esperanza de la Virgen el Sábado Santo, todos los cristianos estamos llamados a vivir nuestro camino hacia la Casa del Padre, con la certeza de que Cristo resucitó, venció a la muerte y nos dio la vida eterna.

Oración a la Virgen María para el Sábado Santo

Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro “sí”
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.

Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.

Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evangelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.

Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres el icono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.

Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.

Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.

La oración fue obtenida de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudim.

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