La adoración eucarística perpetua tiene un inmenso poder que transforma el mundo por completo. En un increíble testimonio compartido para Radio María Argentina, el padre Patricio Hileman relató un asombroso hecho sucedido una noche en Ciudad Juárez, al norte de México.
Ciudad Juárez atravesaba una terrible guerra de facciones de narcotraficantes entre los cárteles de Juárez y Sinaloa, motivo por el cual el Estado impuso un estado de sitio.
A raíz de este contexto de violencia y muerte que azotaba terriblemente la ciudad, una parroquia solicitó autorización para abrir una capilla de adoración eucarística perpetua. En solo tres días pudieron organizar el establecimiento de la pequeña instalación.
Iba a la adoración eucarística, fue detenida por hombres armados y lo que ocurrió los dejó llorando de rodillas
Una noche, a las 3 de la mañana, una señora salió de su casa en medio del estado de sitio para dirigirse a la adoración eucarística y hacer su turno de Hora Santa.
Mientras caminaba la interceptaron seis militares armados: “¿Qué hace a esta hora y hay estado de sitio?”, dicen los soldados a la mujer.
-“Voy a la capillita de adoración perpetua”, contesta la mujer.
-“Qué capillita si está todo cerrado aquí”, responde el soldado.
-“Pues venga conmigo”, le dice la señora.
Entonces los militares siguieron a la mujer hacia donde se dirigía y encontraron a otras seis mujeres haciendo la Hora Santa a las 3 de la mañana.
Entonces la mujer les dijo: “¿Ustedes creen que nos protegen a nosotros? Nosotros estamos 24 horas por día rezando por ustedes“. El muchacho que había hablado con ella al comienzo, cayó de rodillas con su arma frente al Santísimo Sacramento.
Al día siguiente a las 3 de la mañana, vieron al soldado de civil, haciendo la Hora Santa llorando y conmovido.
Descenso de muertes en Ciudad Juárez
Según comenta el padre Hileman, el sacerdote de la capilla de adoración eucarística perpetua lo llamó al poco tiempo y le dijo que desde que se había inaugurado la capilla, no había habido ni un solo muerto en Ciudad Juárez durante los dos meses transcurridos.
La iniciativa continuó e instalaron otras diez capillas similares. Entonces un obispo llamó al sacerdote un año después para contarle que en Ciudad Juárez, al momento de abrir la capilla, había pensado en cerrar el seminario porque solo tenía ocho seminaristas. Sin embargo, a continuación le contó que después de un año de la iniciativa de adoración eucarística perpetua, ¡el número de seminaristas había subido a 88!
Todos los muchachos que ingresaron eran muchachos que habían realizado su Hora Santa en la capilla.
¡Bendito sea el Santísimo Sacramento del altar!
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