¿Sabían que durante el siglo XVIII, el café fue prohibido por la Iglesia Católica?
La razón fue que la consideraban como un duplicador diabólico del ego, es decir, una bebida que era capaz de activarte a pesar de estar cansado, como si fueses otro.
No solo eso. También recordemos que cuando el café llegó a Europa no fue recibido con los brazos abiertos, por sus orígenes “infieles”, ya que venían de los “salvajes” musulmanes.
El Papa Clemente VIII
Un día, la fama del café llegó al Vaticano, donde se encontraba gobernando el Papa Clemente VIII. Sus asesores le recomendaron prohibir la bebida, ya que podría ser peligrosa. Este se negó a creer las habladurías sobre esta hasta probarla él mismo.
Sam Guzman, en una nota para The Catholic Gentleman, contó que el Papa pidió traer una taza de café para probarla. Le trajeron un café humeante, con delicioso aroma y tomó un sorbo.
Cuenta la leyenda que, tras tomarla, Clemente VIII dijo: “Esta ‘bebida del diablo’ es deliciosa. Deberíamos engañar al diablo, bautizándola”.