Durante los 257 días que pasó secuestrado en un diminuto cuarto, el arquitecto Bosco Gutiérrez Cortina encontró en la fe su fuerza para sobrevivir. En una reciente entrevista, relató que cada día imaginaba unirse a la Misa, una práctica que describe como “una vitamina diaria”.
En una reciente conversación con la creadora de contenido Jessica Fernández, el arquitecto méxicano narró, 35 años después de esta terrible experiencia, cómo fueron esos nueve meses de cautiverio y la rutina que lo ayudó a mantenerse firme.
El arquitecto recordó que, inspirado en una conversación que tuvo tiempo atrás con un amigo de su padre, decidió adaptarse a las circunstancias en lugar de dejarse vencer por ellas. Limpio el cuarto de tres por un metro donde estaba encerrado y decidió empezar a hacer un horario.
“Pedí instrumentos de limpieza y me dediqué un día completo a limpiar el cuarto. Yo mismo me limpié, impresionante, mis pies, mis uñas. Y ese día dije: ‘Hoy regresa aquí el arquitecto Bosco Gutiérrez, y aquí despacho. Yo aquí estoy limpio y está ordenado, y en esa pared pongo mi calendario y sé dónde están las cosas, aún con luz o sin luz’”, relató.
Para crear esta rutina, primero estableció los horarios de los alimentos y luego fue incorporando las demás actividades del día.
“En la mañana ponía: limpieza del cuarto y desayuno. Rezaba media hora mentalmente. Yo tenía una Biblia que había pedido y, después de la oración de la mañana, hacía lectura de cualquier cosa que tuviera a la mano”.
Uno de los momentos más importantes de su rutina era la Misa, a la que asistía con la imaginación.
Bosco explicaba que se unía espiritualmente a la Eucaristía que se celebraba en ese momento en algún lugar del mundo.
“En este momento hay una misa en cualquier lado de todo el planeta; pues yo me uno espiritualmente a esa Misa. Entonces, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén. Está entrando el padre a la misa, está leyendo el Evangelio. Y, como Gaby está comulgando diario, como Gaby y yo somos una sola persona, pues me está llegando a mí también. Entonces yo la recibo”.
Ese momento de participar espiritualmente de la Misa era, según sus palabras, lo que le daba fuerzas y lo ayudaba a seguir adelante.
“Al finalizar este rato de pensar en la Misa, sentía una fuerza. Lo hacía por necesidad: era una vitamina diaria”.
Después del almuerzo, dedicaba tiempo a “ver” su serie favorita: imaginar su escape.
“Me dije: ‘Quiero ver un capítulo de una serie diario, pero no tengo televisión. Entonces me la tengo que inventar’. ¿Cuál es mi serie preferida? El escape de Bosco. Piensa cómo te puedes escapar. Ese pensamiento no lo vas a escribir porque te pueden cachar. Imagina cómo te escaparías, qué harías, qué necesitarías para escaparte”.
También incorporó el deporte a su rutina: hora y media de correr dentro del pequeño espacio y otra hora y media de ejercicios como lagartijas y flexiones. Finalmente, al terminar el día, volvía a dedicarse a la oración.
“Luego, otra vez, lectura espiritual, oración mental de la noche, lectura del Evangelio, mis oraciones de la noche. Y ya pedía que apagaran la luz”.