El alemán Adolf Hitler dio a sus generales la orden directa de secuestrar al Papa Pío XII durante la Segunda Guerra Mundial, porque era “antinazi y amigo de los judíos”, pero los militares no le obedecieron.

En los años de 1940 a 1945, un torbellino negro sacude al mundo. Los horrores de las ideologías transformadas en regímenes, desde los nazis a los fascistas, a los soviéticos, dejan un rastro de sangre indeleble. Pero misteriosamente entre tanta oscuridad y terror, las luces se encienden y se oponen a la oscuridad. 

El asalto al Vaticano por las tropas nazis

Entre 1943 y 1944, Roma fue ocupada por tropas alemanas, que se preparaban para el último asalto: el ataque al Vaticano. Ese pequeño estado que se opone obstinadamente a la barbarie, ese Papa, Pío XII, que, sin gestos explosivos, continúa advirtiendo del peligro que se cierne sobre la humanidad, no deja de dar refugio a los fugitivos judíos, a los combatientes aliados y a los opositores de los regímenes. 

Es en el pequeño estado, alrededor del Papa, donde los nazis planean secuestrar y retener rehenes,  tal vez incluso entonces para eliminarlos, y donde se desarrolla una densa red de espionaje, intriga, extenuante oposición. El pequeño ejército compuesto por la Gendarmería del Vaticano y la Guardia Suiza desarrolla planes de resistencia al posible asalto nazi.

Un capítulo poco conocido, hasta ahora indocumentado, que hoy podemos conocer en detalle y en su drama total gracias al ensayo que acaba de enviar a la biblioteca escrito por Cesare Catananti, médico y ex gerente general de la Policlínica Gemelli en Roma. Se titula “el Vaticano en la tormenta” y es publicado por las ediciones de San Paolo. El autor pudo consultar material no publicado de la Gendarmería del Vaticano.

De estas páginas, surgen giros inesperados, comenzando con Giovan Battisti Montini, futuro Papa Pablo VI, en su papel de sustituto del Secretario de Estado, en su constante trabajo de protección del Papa, de la Curia, de los perseguidos que buscan escapar de los muros del Vaticano. En la clara conciencia de la amenaza concreta de un asalto y agresión contra el Santo Padre, se están elaborando contra-planes para organizar una resistencia extenuante.

El plan de escape del Papa

El embajador británico de la Santa Sede,  Francis D’Arcy Osborne,  había revelado a la Secretaría de Estado que había un plan para llevar a Pío XII y llevarlo a Munich, pero en ese caso los aliados estaban listos para enviar un comando en dos días, para salvarlo tuvo que mantenerse oculto durante 48 horas. La Gendarmería había identificado el refugio: la Torre dei Venti, en el patio de la Pigna, llena de escondites y pasadizos secretos. El Papa solo podía contar con un pequeño ejército de 200 hombres armados con fusiles Mauser, espadas, alabardas y mucha esperanza. A las tropas nazis les habría llevado muy poco asaltar el Vaticano. Lo que al final no sucedió.

La leyenda negra sobre el supuesto silencio del Vaticano, del Papa, sobre los horrores perpetrados por el fascismo nazi se disuelve una vez más, antes del testimonio preciso, detallado y al mismo tiempo sincero que toma forma de esta historia, cuyo ritmo está marcado por letras, informes, despachos. Testimonios en vivo, para nunca olvidar.

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