Fernando Parrado, uno de los sobrevivientes del accidente aéreo que inspiró la película de Netflix “La Sociedad de la Nieve”, narró cómo la Virgen María lo acompañó durante su travesía en los Andes y lo trajo de vuelta a la fe muchos años después.

En 1972, el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya que transportaba a un equipo de rugby a Chile se estrelló en la cordillera de los Andes. De los 45 pasajeros, solo 29 sobrevivieron al accidente, quedando atrapados en medio de la nieve.

Fernando (Nando) Parrado y Roberto Canessa caminaron 60 kilómetros entre las inclemencias del clima en búsqueda de ayuda. Sus esfuerzos dieron fruto cuando encontraron al arriero Sergio Catalán, que sería pieza clave para su rescate, 72 días después del accidente. De los sobrevivientes, solo 16 fueron rescatados vivos.

El accidente es conocido como la tragedia de los Andes o el milagro de los Andes, y ha inspirado varias películas, la más reciente es "La sociedad de la Nieve", de Pablo Vierci, que ha sido nominada a los premios Óscar 2024 en la categoría de mejor película extranjera.

En el documental ‘Medjugorje: La Película’ de 2021, Fernando narró su relación especial con la Virgen María que lo acompañó durante el trágico accidente y cómo su visita al santuario mariano lo devolvió a la fe.

Esto es lo que dijo:

“Mi nombre es Nando Parrado, vivo en Montevideo, Uruguay, tengo 71 años y tengo una hermosa familia. Estoy casado con Veronique, tengo dos hijas y cuatro nietos, y dos suertudos yernos, que son fantásticos también.

En el año 1972, fui parte de esa historia, de esa odisea en la cordillera de los Andes, cuando mi avión con mi equipo de Rugby “Old Christians” se estrelló allí y tuvimos que sobrevivir durante dos meses y medio en uno de los peores lugares que puede sobrevivir el ser humano.

Allí perdí parte de mi familia, perdí parte de mis amigos, y luego de muchas semanas de estar allí con mi querido amigo y hermano Roberto Canessa, atravesamos la cordillera de los Andes durante 10 días para encontrar al final de ese último día, con las últimas fuerzas, a un pastor, a Don Sergio Catalán, que fue el último eslabón en esta historia que nos permitió llegar a la vida.

Mi devoción por la Virgen creo que empezó en la cordillera de los Andes, yo sentía cada vez que quería comenzar a rezar, que rezaba Avemarías y no Padre Nuestros. Entonces me sentía mucho más unido a la Virgen, hablaba con ella, rezaba con ella y le pedía cosas a ella, que hiciera esta situación muy difícil pero no imposible. 

Siempre he tenido alguna relación con la Virgen por H o por B, siempre algo me lleva hacia la Virgen, cuando empezamos esa expedición final, que no tenía vuelta atrás, con Roberto Canessa, buscando la salvación, era la única ocasión, la única posibilidad que teníamos de sobrevivir, era tirarnos a llegar hacia algún lado.

Cuando me preguntan cuántos Rosarios he rezado con Roberto a lo largo de esa caminata, bueno los rezaba creo que yo solo, y no sé si eran Rosarios, sino que eran Avemarías rezando a la Virgen, una oración unida atrás de la otra, o sea que yo calculo que debo haber rezado miles y miles de Avemarías a lo largo de esos 10 días.

La ida a Medjugorje para mí fue algo muy especial que se fue dando. Veronique es muy amante de la Virgen, siempre está pensando en ella, está siempre como protegida por la Virgen y siempre me hablaba de Medjugorje, siempre me hablaba, yo creo que una cosa se va hilvanando con otra, y dije tenemos que ir.

Fue una de las mejores decisiones que hice en mi vida, o sea poder acompañar a Veronique, que quería ir con tantas ganas a Medjugorje y alguna vez a mis amigos y tener una experiencia que fue realmente única.

Caminando pasé por un lugar donde había muchos confesionarios con distintos idiomas, con el cartel que confesionaban en español, en francés, en inglés, en italiano y había filas en cada confesionario, y vi uno que decía en inglés, en English, y bueno hice la cola.

Hace 45 años que no me confesaba y llego hasta ahí, encuentro a este cura que era australiano y le digo: ‘Mira, soy tu peor cliente’, y me dice: ‘¿Por qué?’. ‘Porque hace 45 años que no me confieso, de los 10 mandamientos, menos no matar, todos, algunos varias veces’ y me miraba y me decía: ‘Bueno, pero tenés la fe y las ganas de venir a confesarte, o sea, que yo te voy a perdonar todo lo que has hecho, y ahora vas a ir y vas a comulgar’.

Me bendijo y me levanté un poco más liviano sin esa mochila y en la Misa de la tarde de ese día, pude comulgar por primera vez en 45 años”.

Veronique Van Wassenhove indicó que para ella fue una sorpresa ver a su esposo en el confesionario.

“Fue algo que me llenó el corazón, porque siempre él, después de su accidente, tuvo muchas dudas con Dios y le cuestionaba un montón de cosas, y creo que ahí encontró realmente un poco de paz y de reconciliación con la fe y con el amor, con Dios”, señaló.

¡Qué hermoso testimonio!

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