“Padre de los pobres”, fue el título que el Papa Clemente XI dio al beato Angelo Paoli en una carta a los Carmelitas en la Basílica de San Martino di Monti en Roma, Italia. Título que pidió poner sobre la tumba de este el día de su muerte, el 20 de enero de 1720.
Sin embargo, pocos saben que además de ser “Padre de los pobres”, el beato Angelo también tuvo la fama de ser el precursor del uso del “clown” en las terapias médicas.
El uso de clowns en la medicina, llamadas “Clownterapias”, se hicieron famosas gracias a la película de Robin Williams, “Patch Adams”, que narraba la vida del médico Hunter Doherty Adams.
Él fue un estadounidense iniciador y orador de la “terapia de sonrisa”, donde promovía un trato cercano y humano entre el médico y el paciente, mientras se tenían momentos de humor y alegría.
Acerca del Beato Angelo
Nacido en Argigliano en 1642, Angelo Paoli ingresó a los dieciocho años en el cercano convento carmelita de Massa Carrara.
Inmediatamente se distinguió por su gran fe, por un gran amor por la Eucaristía, y por los pobres. Después de la ordenación sacerdotal y los estudios, su única preocupación se convirtió en servir a Jesús en los enfermos, en los que sufren.
Llegado por sus superiores a Roma en 1687, pasó su tiempo libre en el hospital de San Giovanni, deteniéndose por un largo tiempo con los más enfermos solos, disfrazándose de tonto y maquillándose para arrancar sonrisas.
El beato Angelo Paoli estaba convencido de que los enfermos se recuperaban más rápidamente si se aplicaba la alegría en la terapia, corriente que hoy está muy extendida en muchos hospitales italianos.
“Hogar de Convalecencia”
Cuando se dio cuenta de que muchos pacientes fueron dados de alta antes de su recuperación completa, decidió ponerse a trabajar y poner un “hogar de convalecencia” en la carretera principal de San Giovanni.
Aquí todos aquellos que no tenían un hogar o parientes en Roma fueron tratados y atendidos y sufrirían en la calle, debido a la pobreza, arriesgándose a morir.
La Providencia nunca le dio la ayuda de tantos benefactores. En el “hogar de convalecencia” la comida crecía y el Padre Angelo la distribuyó a los pobres que se reunieron en la puerta del convento de San Martino ai Monti, donde vivía él.
Esta increíble fuerza y voluntad para ayudar a los más pobres provino de su gran respeto por la oración y la Eucaristía, tanto que a veces se encerró en un silencio del que no quería ser molestado, apareciendo para muchos como intransigente. “Cuando estoy al servicio de Dios, no quiero que me molesten”, solía repetir a sus colaboradores cuando le recordaban su servicio a los pobres.