La tercera Encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti, se propone aportar “a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras” (1).

El Papa reconoce que la pandemia de Covid-19 lo sorprendió mientras redactaba la encíclica, pero lejos de modificar las reflexiones reafirmó:

“Si alguien cree que sólo se trataba de hacer funcionar mejor lo que ya hacíamos, o que el único mensaje es que debemos mejorar los sistemas y las reglas ya existentes, está negando la realidad”. (7)

Soñemos como una única humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”. (8)

Fratelli Tutti, la nueva Encíclica del Papa Francisco

La tercera Encíclica de Francisco se divide en ocho capítulos que agrupan sus diferentes reflexiones sobre la amistad social y la fraternidad.

El primer capítulo “Las sombras de un mundo cerrado”, describe los diferentes tendencias del mundo actual que desfavorecen el desarrollo de una fraternidad universal: la pérdida del sentido de lo social y de la historia, la deformación de conceptos como democracia, justicia o libertad; los problemas de la lógica del mercado, la cultura del descarte, pobreza, desempleo y delitos como la esclavitud o la trata.

“Un extraño en el camino” es el segundo capítulo del texto papal que se inspira en el Buen Samaritano. Esta parábola “nos invita a que resurja nuestra vocación de ciudadanos del propio país y del mundo entero, constructores de un nuevo vínculo social”. (66) De esta forma, todos estamos llamados a estar cerca del otro, para ayudar a los caídos o los que están sufriendo, a “reconocer al mismo Cristo en cada hermano abandonado o excluido”. (85)

El tercer capítulo, “Pensar y gestar un mundo abierto”, Francisco nos invita a salir de nosotros mismo al encuentro del otro. “El amor nos pone finalmente en tensión hacia la comunión universal” (95) y debe hacernos pensar en repensar la función social de la propiedad y las fronteras “porque el mundo existe para todos” (118).

El tema de las migraciones ocupa el cuarto capítulo, “Un corazón abierto al mundo entero“. Allí el Papa enfatiza la necesidad de acoger, proteger e integrar a los migrantes. Al mismo tiempo señala que se debe evitar la migración no necesaria ayudando a los países de origen para que puedan brindar condiciones de vida dignas. Pero también, enfatiza que “la verdadera calidad de los distintos países del mundo se mide por esta capacidad de pensar no sólo como país,
sino también como familia humana”. (141)

“La mejor política”, el capítulo quinto, señala que el desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. (155)

El Papa Francisco también destaca que “el mercado solo no resuelve todo” (168) e invita a practicar una política que “se convierte en un ejercicio supremo de la caridad” (180).

El capítulo sexto se titula “Diálogo y amistad social”. Este apartado invita a practicar el diálogo como una forma de “acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto” (198).

“El auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos”, nos dice el Papa en esta Encíclica. Pero esto no implica caer en el relativismo que “termina facilitando que los valores
morales sean interpretados por los poderosos según las conveniencias del momento” (206).

“Caminos de reencuentro” es el séptimo capítulo. Allí nos trae una reflexión sobre el valor y la promoción de la paz que necesita conciliarse el reconocimiento de la dignidad humana. Esto implica “la posibilidad de que el otro aporte una perspectiva legítima” (228), y no “olvidar que la inequidad y la falta de un desarrollo humano integral no permiten generar paz”. (235)

El Papa Francisco invita al camino del perdón y la reconciliación, pero “no se trata de proponer un perdón renunciando a los propios derechos” (241). Tampoco el perdón implica olvido o impunidad (250-252) sino renunciar a la fuerza destructiva del mal y al deseo de venganza.

Por último, en este capítulo el Papa alerta sobre comola guerra que “es la negación de todos los derechos” (257). De igual forma rechaza la aplicación de la pena de muerte en distintos países.

El capítulo ocho de Fratelli Tutti, “Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo”, es el último de la Encíclica. Allí, el Papa señala cómo la violencia no tiene fundamento en las condiciones religiosas. Además explica que “entre las religiones es posible un camino de paz” (281).

También expresa que “hay un derecho humano fundamental que no debe ser olvidado en el camino de la fraternidad y de la paz; el de la libertad religiosa para los creyentes de todas las religiones (279).

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