Todo católico seguro oyó hablar de los santos incorruptos cuyos cuerpos se encuentran intactos después de muertos. Estos cuerpos no solo no atraviesan procesos de descomposición sino que conservan la flexibilidad y hasta despiden aromas y exudan sustancias extrañas.
La mayoría de los santos que conocemos son de Europa, muchos de ellos de Italia, pero, ¿sabías que en América Latina tenemos santos incorruptos? ¡Y sus historias son asombrosas! Aquí te presentamos tres.
Los asombrosos santos incorruptos de América Latina
1. Beata María de San José Alvarado
Es quizás la más famosa de los santos incorruptos. Nació en Venezuela en 1875. Desde fines del siglo XIX se dedicó a la atención de los enfermos en Maracay durante una terrible epidemia. Y fundó con un sacerdote la Congregación de las Hermanas Agustinas. Esta beata encontró en la Eucaristía el carisma distintivo de su espiritualidad.
Falleció en 19627 a los 92 años. El hallazgo de su cuerpo incorrupto fue sorprendente. Así lo relatan en el sitio de su Congregación:
“No dejó de ser un hecho desconcertante: En medio de la destrucción casi total de la urna de madera, por la humedad del subsuelo, su cuerpo intacto con el atuendo religioso en perfectas condiciones y la cruz de madera junto al tallo del ramo de azucenas con las hojas aún verdosas”.
Se sabe que gozaba de algunos dones extraordinarios. Es conocida la siguiente anécdota en que escuchó una conversación desde otro sitio:
“Refería L Hermana Inés, de las más antiguas, que un día salió un grupo de Hermanas de paseo con nuestro fundador, y junto a una corriente de agua, le formularon ciertos planteamientos de nuestra Madre María. Una de las Hermanas que no quiso intervenir en la conversación, prefirió entretenerse dejando deslizar una pajita en el agua.
Al regresar de la excursión, nuestra Madre la llamó y confidencialmente le contó que había presenciado y escuchado todo desde su oficina del asilo en Maracay. Y ¿qué hacía usted?, le preguntó, ¿jugaba con el agua? La Hermana no salía de su perplejidad”.
También se afirma que tuvo el don de la bilocación. Así lo atestigua otra anécdota:
“Oía decir a las Hermanas ancianas que nuestra Madre tenía el don de bilocación. Y ella misma, la Madre, un día narró el siguiente episodio: Durante sus servicios en el Hospital San José, a media noche debía administrar una pastilla a uno de los pacientes, pero se quedó dormida.
Al despertar más tarde, inmediatamente fue a la cama del enfermo con la pastilla; pero para su sorpresa, éste le dijo: -Ud. Me la trajo en la madrugada”.
Aquí puedes escuchar una grabación de su voz a sus 91 años. (Habla acerca de cómo vivía los votos de pobreza, castidad y obediencia, desde su casa, siendo aún una joven seglar.)
2. Santa Narcisa de Jesús
Nació en 1832 en Ecuador, sexta hija de nueve hermanos. Fue una laica que vivió en la Casa de las Hermanas de la Orden Laical de Santo Domingo, en Lima hasta su muerte.
En su vida atravesó tres pérdidas traumáticas: la de su madre en la niñez, la de su padre en su juventud y la de su director espiritual ya de adulta. Estas pérdidas descubrió una manera que Dios le ofrecía para que crezca en la libertad del corazón y el abandono confiado. Por eso la oración y el espíritu de penitencia fueron el sello de su espiritualidad.
En 1869, a los 37 años de edad, Narcisa se enfermó y padecía una terrible fiebre. Se cuenta que la noche de su fallecimiento, una religiosa veladora de turno corrió a buscar a la Madre Superiora.
Le contó que al pasar por la celda de Narcisa había visto una luz que salía de ese lugar y un suave olor fragante inundaba el lugar.
Su cuerpo fue encontrado incorrupto pese a que estuvo enterrada en el beaterio de su congregación. Hoy descansa en el santuario que lleva su nombre en Nobol, Ecuador.
3. Beato Sebastián Aparicio
Esta santo incorrupto nació en España en 1502. Llegó a Puebla, actual México, alrededor de 1530 y se convirtió en un exitoso comerciante de carretas. Tuvo dos matrimonios, y en ambos trágicamente fallecieron sus esposas. Luego de ello, en 1574 con 72 años de edad recibió el habito franciscano, antes de donar todos sus bienes a las hermanas clarisas.
A partir de ese momento se dedicó a pedir limosnas, cuidar el huerto y hacer las compras para sus hermanos .
Se cuenta que era un profundo devoto de la Virgen María e iba con el Rosario en mano rezando en todo momento. En una ocasión la Virgen se la apareció y se cuenta el siguiente relato:
“Llega fray Sebastián al convento de Cholula en el momento de la comunión y se acerca a comulgar. Cuando después está dando gracias, se le aparece la Virgen.
Cuando el padre Sancho de Landa se le interpone, le dice el hermano Aparicio: ‘Quitáos, quitáos, ¿no veis aquella gran Señora, que baja por las escaleras? ¡Miradla! ¿No es muy hermosa?‘.
Pero el padre Sancho no ve nada: ‘¿Estás loco, Sebastián?… ¿Dónde hay mujer?’… Luego comprendió que se trataba de una visión del santo Hermano”.
Además se dice sufrió muchos ataques físicos del demonio pero también recibió ayuda de su ángel de la guarda. Otro relato cuenta que:
“Una vez se le atascó la carreta en el barro y se le presenta un joven vestido de blanco para ofrecerle su ayuda. ‘¡Qué ayuda me podéis dar vos, le dice, cuando ocho bueyes no pueden sacarla!’. Pero cuando ve que el joven sacaba el carro con toda facilidad, comenta en voz alta: ‘¡A fe que no sois vos de acá!‘”.
Murió a los 98 años. Fue desenterrado en dos ocasiones y en las dos apareció incorrupto. Su cuerpo descansa en el Convento San Francisco de Asís Puebla.
¿Conoces otros santos incorruptos de América Latina? ¡Cuéntanos!
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