Santa Ana es la madre de la Santísima Virgen María y esposa de San Joaquín.
Aunque los Evangelios no mencionan explícitamente a San Joaquín y Santa Ana, su veneración creció con los siglos, hasta que finalmente fueron reconocidos como santos por la Iglesia Católica.
La Iglesia celebra la fiesta de los santos Joaquín y Ana el 26 de julio.
Estos santos fueron bendecidos en su vejez con la milagrosa concepción de María, quien se convertiría en la Madre de Jesucristo. El nacimiento de la Virgen María marcó el inicio del cumplimiento del plan de Dios para la redención de la humanidad.
Como esposa fiel, Santa Ana es considerada de manera natural como la patrona a la que acudir para quienes buscan a su futuro cónyuge.
Discernir el llamado al matrimonio puede ser un camino largo —y a veces desalentador—. Contar con una santa compañera puede ser de gran ayuda en este recorrido.
La breve, dulce y siempre popular oración “¡Buena Santa Ana, consígueme un buen hombre!” puede complementarse con otras plegarias que pidan su intercesión. Tener su compañía orante en el camino puede llenarte de esperanza y paz.
A continuación, otra oración a Santa Ana revelada a Sor María de Jesús de Ágreda en el siglo XVII:
Altísimo Dios eterno, de quien depende todo el ser y el reparo del linaje humano: postrada en tu real presencia suplico se digne tu Infinita bondad de mirar las ansias de mi alma y oír mis peticiones.
Ante tus ojos son manifiestos mis deseos de que, me des la compañía de un(a) esposo(a) que me ayude a guardar la divina ley y testamento santo, para crecer ambos en perfección y en la observancia de tus preceptos. Santo Dios, Padre infinitamente providente, no escondas tu piedad de mí, ni permitas, pues eres Padre, que mi súplica sea desechada.
Y pues me mandas, Señor mío, que con confianza te pida como a poderoso y rico en misericordia, concédeme lo que por ti deseo y pido, pues en pedirte hago tu santa voluntad y obediencia. Y si mis culpas detienen tus misericordias, aparta de mí lo que te desagrada e impide.
Poderoso eres, Señor, Dios de Israel, y todo lo que fuere tu voluntad puedes obrar sin resistencia. Lleguen a tus oídos mis peticiones; que soy pobre y pequeña, tú eres Infinito e inclinado a usar la misericordia con los abatidos. ¿A dónde iré fuera de ti, que eres Señor de los señores y Todopoderoso?
Tú me enseñaste a desear y a esperar tu liberalidad. Entregado tengo mi corazón y mente a tu Voluntad. Aparta mis ojos de la vanidad.
Si fuera tu beneplácito conceder mi petición, todo lo pondré a tu entero servicio, Padre mío, para ayudar a propagar el reino de Dios en la tierra. Haz de mí lo que sea de tu agrado y alegría, Señor, mi espíritu con el cumplimiento de esta esperanza. Mira desde tu solio al humilde polvo y levántalo, para que te magnifique y adore y en todo se cumpla tu Voluntad y no la mía. Amén.