En las próximas semanas, la Iglesia en México celebrará que hace 480 años se llevó al cabo el primer Matrimonio religioso entre indígenas de nuestro país.
Fray Toribio de Benavente, Motolinía, en su libro Historia de los Indios de la Nueva España, explica que se trató de un mancebo llamado Calixto, de Huejotzingo, en ceremonia privada: “El sacramento del matrimonio en esta tierra de Anáhuac, o Nueva España, se comenzó en Texcoco. En el año de 1526, domingo 14 de octubre, se desposó pública y solemnemente don Hernando, hermano del señor de Texcoco”.
Se sabe que a esa primera boda asistieron desde México Alonso de Ávila y Pedro Sánchez de Farfán, quien fue el esposo de la primera mujer española que llegó a México con Hernán Cortés y que se llamaba María Estrada. En la fiesta hubo vino, como en las Bodas de Cana, baile y gran comida, describe Motolinía.
Aunque con dificultades, entre otras cosas por el desconocimiento de los idiomas nativos, el sacramento fue penetrando en la cultura indígena.
Motolinía explica: “Los mozos que de nuevo se casan son ya tantos, que hinchen las iglesias, porque hay día de desposar cien pares, y días de doscientos y trescientos, y días de quinientos… porque acontece un solo sacerdote tener muchos que confesar y bautizar y desposar y velar y predicar, decir misa y otras cosas que no puede dejar.”
Uno de los más serios problemas a los que se enfrentaron los primeros evangelizadores es que, antes de 1521, la poligamia era común entre los indígenas, y los frailes tuvieron que fungir como jueces para determinar cuál era la primera o legítima esposa, pero también crearon los mecanismos para la manutención de las concubinas y de los hijos.
Motolinia explicó: “Para no errar ni quitar a ninguno su legítima mujer, y para no dar a nadie, en lugar de mujer manceba, había en cada parroquia quien conocía a todos los vecinos, y los que se querían desposar venían con todos sus parientes, y venían con todas sus mujeres, para que todas hablasen y alegasen en su favor, y el varón tomase la legítima mujer, y satisficiese a las otras, y les diese con qué se alimentasen y mantuviesen a los hijos que les quedaban.”
Estos casos no fueron los únicos problemas que enfrentaron los religiosos. En las Ordenanzas de Tomás López (1552-1553), para la provincia de Yucatán, se lee: “Me consta que muchos de los naturales de esta dicha provincia, por cosas y precios que les dan, venden sus hijas y parientes y mujeres e indias que tienen de servicio, so color que son esclavas, para que otros se alcen con ellas, y otros son rufianes de sus mujeres, y las traen por los pueblos para ganar con ellas”.
Fuente: SIAME