Como cada 4 de julio, la Iglesia conmemora la vida de un beato joven. Su nombre es Pier Giorgio Frassati, de Turín, Italia. Activista católico universitario que dio su vida por los más necesitados.

Estas son las cosas que hacía este aventurero joven católico, y que nos demuestran que la edad no es un obstáculo para intentar vivir la santidad:

Sociedad de San Vicente de Paúl

A sus 17 años se unió a la Sociedad de San Vicente de Paúl para dedicar gran parte de su tiempo libre a los pobres y atender a los enfermos. Cuidaba huérfanos y asistía a veteranos de la Primera Guerra Mundial que quedaron sin una parte del cuerpo por combate.

Fuente: Word on Fire
Fuente: Word on Fire

Eligió una carrera para ayudar a los demás  

Pier Giorgio optó por estudiar Ingeniería de Minas en la Real Universidad Politécnica de Turín. Su motivo no era llegar a ser un gran ingeniero solamente, él indicó a sus amigos que pretendía buscar mejorar las condiciones de trabajo de los mineros de entonces, que era pésima.

Fuente: Aleteia
Fuente: Aleteia

Activista político y social 

En 1919 se unió a la Fundación de Estudiantes Católicos y a la Acción Católica, quienes promovían la vida católica en la universidad, realizaban marchas contra los comunistas y los fascistas, y promovían las enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia. En más de una ocasión, Frassati tuvo que recibir golpes de policías en las marchas mientras protegía letreros que protestaban contra el gobierno fascista de Mussolini.

Fuente: Aleteia
Fuente: Aleteia

“Los tipos sospechosos”

Su grupo de amigos se hacían llamar “Los tipos sospechosos”, y su actividad favorita era el montañismo. Iban a los montes a escalar y, al estar en lo alto, rezaban el Rosario. En una de sus cartas a un amigo Frassati dijo: 

“Yo quisiera que nosotros jurásemos un pacto que no conoce confines terrenos ni límites temporales: la unión en la oración”. 

Fuente: Aleteia
Fuente: Aleteia

“Poliomielitis” 

Su anhelo en ayudar a los pobres llegó a tal extremo que arriesgó su vida. Él solía ayudarlos constantemente, no era raro que saliera de casa con su casaca puesta y regresar sin ella porque se la dio a un mendigo. 

Sin embargo, un día contrajo la poliomielitis en alguna caridad a la que estaba participando. Murió a los 24 años de edad, una semana después después de una fuerte agonía. A pesar de estar paralizado parcialmente por la enfermedad, solía mandar mensajes a sus amigos, preocupándose por ellos y su bienestar.   

Fuente: Catholic Exchange
Fuente: Catholic Exchange

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