Cuando pensamos en los santos, solemos imaginar a personas llenas de paciencia y amor para con sus hermanos.
Sin embargo, debemos recordar que también son humanos y que, al igual que todo el mundo, pasan por momentos en los que se les agota la paciencia y se enfadan. Estas anécdotas son prueba de ello.
1. San Nicolás de Bari
Se sabe que San Nicolás de Bari participó durante el Concilio de Nicea, y se enfrentó a Arrio quien negaba la Santísima Trinidad.
San Nicolás, al escuchar las blasfemias de Arrio, se indignó tanto que no dudó en darle una bofetada ante el asombro de los asistentes; por tal motivo tuvo que ser encerrado en la cárcel.
2. San Jerónimo
San Jerónimo, además de ser conocido por traducir la Biblia entera del griego al latín en el siglo IV, también era popular por su amor a la Virgen María.
En cierta ocasión leyó que un teólogo italiano llamado Elvidio difundía escritos que negaban la virginidad perpetua de María, así que decidió responder con una extensa carta que comenzaba así:
“No hace mucho me pidieron algunos hermanos que contestara a un panfleto escrito por un tal Elvidio. He atrasado hacer esto, no porque sea un tema difícil en el cual defender la verdad y refutar a un campesino ignorante que tiene escaso conocimiento del primer destello de aprendizaje, sino porque me temía que mi respuesta pudiera hacerlo parecer alguien digno de ser derrotado…“
3. San Pío de Pietrelcina
A pesar de que San Pío de Pietrelcina tenía un santo sentido del humor, hubo momentos en su ida en los que se enfadó mucho.
En una ocasión un hombre se acercó a él comentándole que un obispo le estaba calumniando. San Pío tomó la noticia con calma pero se enfadó mucho con el informante al ver que este también decía cosas malas del obispo.
Tal fue su molestia que no dudó en darle una bofetada mientras le recordaba que sus pecados eran peores que los del obispo. En este video se representa ese momento.
¿Qué podemos aprender de estas anécdotas?
Cuando los santos se enfadan lo hacen con muy justas y santas razones. Un corazón totalmente enamorado del Señor no tolera que se insulte o menosprecie a su Madre, a la Santa Trinidad ni a los pastores de su Iglesia.
Recordemos también que el propio Jesús se enfadó mucho cuando vio a los mercaderes en el templo y no dudó en echarlos de allí gritando que habían convertido un lugar santo en una cueva de ladrones.