Es fácil mirar a los grandes santos y sentirse intimidado. Ya sea en las historias de su santidad personal, de su martirio, o simplemente cuando su grandeza es tan venerada e inalcanzable que tendemos a pensar que nunca podremos ser como ellos. Creemos que una relación íntima y personal con Dios es algo reservado para algunas personas, que en definitiva, no se parecen a nosotros.
Un santo es una persona que va al cielo cuando Dios lo llama de regreso a casa. Para nosotros, llegar al cielo no es solo posible, sino que debe ser la principal motivación. Si miramos la vida de muchos santos nos daremos cuenta que esto puede ser muy simple. Los quehaceres diarios, que parecen triviales, sin sentido o algo que solo pasa y ya, cuando son ofrecidos a Dios como oraciones, pueden convertirse en vehículos hacia nuestra santidad.
Te dejamos 7 consejos para ayudarte, día a día, a estar un poco más cerca del cielo antes del almuerzo
1. Sal de la cama con el primer sonido de la alarma
La primera vez puede ser la más difícil. Cuando se trata de despertarnos en las mañanas somos culpables de golpear la alarma innumerables veces antes de despertar. San Josemaría Escrivá habló sobre el valor de hacer lo contrario: “El minuto heroico. —Es la hora, en punto, de levantarte. Sin vacilación: un pensamiento sobrenatural y… ¡arriba! —El minuto heroico: ahí tienes una mortificación que fortalece tu voluntad y no debilita tu naturaleza” (Camino, 206). Perder unos minutos de sueño, puede que no sea muy bueno para tu cuerpo, pero en definitiva, lo es para tu alma.
2. Tiende tu cama
Recién salido de la cama te toma 30 segundos tenderla, no solo te hará rezar antes del desayuno, sino que empezarás el día con una buena obra ya realizada.
3. Di una pequeña oración antes del desayuno
Por mucho que estés tentado a decir “Bendice Señor…” en 5 segundos o menos, antes de zambullirte en tu tostada con mantequilla, es siempre mejor ofrecer por alguien o por algo que necesite de tu oración en ese día. Haciendo eso la bendición se convierte, menos en una obligación y más en un ofrecimiento, y eso siempre es bueno.
4. Lava tus platos
Nada más simple que esto. Ponlos en el lavaplatos o lávalos tú mismo, no lo dejes para más tarde o para que lo hagan otros. Ofrece ese minuto extra como una oración por alguien que lo necesite, así valdrá la pena.
5. Sonríele a un extraño de camino al trabajo
Los estudios han demostrado el increíble valor de un simple gesto de amabilidad como sonreírle a alguien en la calle. Es realmente fácil pasar al lado de otro mientras miramos nuestros celulares o ignorar a un mendigo en una esquina. Mirar a alguien a los ojos y darle una sonrisa genuina nos ayuda a reconocer su valor y la presencia de Dios en nuestros semejantes.
6. Niégate la urgencia de comer un bocadillo antes del almuerzo
Cuando Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame” (Lucas 9,23), no creo que se estuviera refiriendo a las galletitas de la cafetería. Sin embargo, estas pequeñas renuncias tienen un valor enorme: forjan tu voluntad y son formas de oración. Estos micro ayunos son grandes oportunidades para decir: “Señor, esto realmente es terrible porque me encantan las galletas, pero por Ti y por esta persona por la que estoy rezando, no las comeré”.
7. Maravíllate con algo que normalmente pasa desapercibido
El mundo en el que vivimos está lleno de una belleza que normalmente pasa desapercibida. A nuestra existencia (usualmente ocupada) no le ocurre nada si nos obligamos a darnos una pausa y observamos las pequeñas cosas bellas . Este detalle no solo nos dará descanso, sino que también nos llenará de paz. “No podemos hacer grandes cosas, solo cosas pequeñas con un gran amor” (Beata Teresa de Calcuta).