Seamos honestos: las madres saben lo que es mejor para sus hijos.

Desde que somos pequeños hasta nuestra adultez, nuestras madres siempre tienen un sabio consejo para hacer mejores nuestras vidas.

Incluso si es frustrante, o si no lo entendemos en ese momento (o nunca), o incluso cuando no queremos hacerlo, los consejos de mamá nos ayudan a ir mejorar.

Este es el caso de nuestras madres humanas, abuelas, tías, etc. Pero también se aplica a nuestra otra madre: la Iglesia.

Cada vez que Jesús habla, las cosas suceden. Su palabra tienen poder. Por ejemplo, cuando Jesús le dice a Pedro: “Apacienta mis ovejas”, Él le está mandando a su Roca (Pedro) la misión de construir su novia, la Iglesia, a la que Jesús le prometió que nada prevalecería en su contra, para que su rebaño sea bien alimentado y bien instruido, como una madre da instrucciones a sus hijos.

Por eso, aquí hay cuatro lecciones de vida de nuestras ambas madres: nuestra madre terrenal y nuestra madre Iglesia. De seguro estas lecciones te darán una mejor y feliz vida.

1) Limpia tu cuarto -> Ve a confesarte

“La confesión es un acto de honestidad y valentía—un acto de confiarnos, por encima del pecado, a la misericordia de un Dios amoroso y que perdona.” San Juan Pablo II.

Uno de los rasgos clásicos de toda madre es su obsesión por asegurarse de que nuestra habitación siempre esté limpia. ¿Por qué esto es tan importante para la madres? Estoy dispuesto a apostar que esta orden está arraigada a la comprensión de que un cuarto limpio no sólo es saludable, sino que hace que la vida sea cuantitativamente mejor. Cuanto más sea la basura amontonada, es mucho más estresante caminar alrededor de ella, más difícil encontrar cosas importantes, y nos costará más deshacernos de todo ello.

Lo mismo ocurre con la confesión frecuente. Sí, la perspectiva de “la limpieza de nuestras almas” ante un sacerdote puede ser algo incómoda y da un poco de miedo. Sin embargo, cuanto más nos alejemos de ella, serán más los montones de basura acumulada, y será más difícil encontrar nuestro corazón debajo de todo.

La limpieza de nuestras habitaciones y la confesión, ambas requieren una cierta cantidad de valor, pero ambas valen la pena, y cualquier persona que lo haya hecho puede dar fe de ello.

2) Come tu cena -> Recibe la Eucaristía

“Si Cristo no quiso mandar a los Judios sin alimento al desierto por miedo a que se desmayen en el camino, eso fue para enseñarnos que es peligroso tratar de llegar al cielo sin el Pan del Cielo.” San Jerónimo.

Si hay algo realmente complicado en esta vida, es conseguir que un niño coma su cena. Sin embargo, las madres saben que sin alimentos sus hijos literalmente morirían (después de un tiempo, por supuesto). Así que vale la pena luchar, persuadir, e implorar al niño para que al fin pueda comer.

Del mismo modo, la Iglesia siempre estará allí, esperando pacientemente como una madre lo hace, pero no nos deja salirnos con la nuestra si eludimos nuestro deber para recibir la Eucaristía. No es porque tengamos la mamá más mala en el mundo, sino más bien porque nuestra Madre Iglesia sabe que, literalmente, vamos a morir sin él.

3) Sé bueno con tus hermanos -> Practica la verdad en la caridad

“La caridad es aquello con lo que ningún hombre se pierde, y sin lo cual nadie se salva.” San Roberto Belarmino.

De todas las cosas que te preparan para ser santo, tener hermanos debe estar en la parte superior de la lista. Es que una de las grandes batallas de toda mamá afronta son las peleas, enfrentamientos, y ocasionales golpes en la nariz entre sus hijos. Si los hijos no son controlados por la madre, habría un amotinamiento en casa en cuestión de horas. Pero una buena madre trabaja en sus hijos, siempre corrigiendo, guiando, a veces sin mucho éxito, pero con un esfuerzo constante que por lo general da buenos frutos.

El trabajo de la Iglesia es mil millones de veces más difícil (casi literalmente …), por eso ella nos hace un constante llamado – lo demanda, incluso – de caridad para con nuestros hermanos en el Cuerpo de Cristo. Al principio es dificil porque hay tantas personalidades diferentes en nuestro hogar celestial como estrellas en el cielo, pero la Iglesia, en su sabiduría, es persistente. Tenemos la Confesión para cuando fallamos, y tenemos la oración para ayudarnos a seguir creciendo. El café y donuts también ayudan a fomentar las buenas relaciones.

4) Llama a tu familia -> Ora

“Persevera en la oración. —Persevera, aunque tu labor parezca estéril. —La oración es siempre fecunda.” San Josemaría Escrivá.

Debemos estar solos en la comodidad de nuestros hogares durante mucho tiempo antes de aventurarnos hacia lo desconocido. En nuestra tiempo de crecimiento como niños, rara vez necesitábamos llamar a nuestras familias porque ellos estaban allí con nosotros. Pero cuando salimos de casa, eso se hace cada vez más necesario. Afortunadamente, mamá se encarga de hacernos SABER que necesitamos llamar a nuestra familia para que sepan qué estamos haciendo. Aún así, es tu decisión los llamas o respondes al teléfono cuando ellos te llaman.

Como sacerdote, sé que siempre se dice, “Esto es igual que la vida espiritual.” La oración se parece mucho al concepto de llamar a nuestra familia. Cuando somos pequeños, la oración forma parte de nosotros – nos llevan a misa, nos enseñan a orar alrededor de la mesa, alguien nos ayuda a decir nuestras oraciones antes de dormir – por lo que rara vez tenemos que hacerlo por iniciativa propia, (y cuando lo hacemos, por lo general es adorable).

Pero tiene que llegar un momento en nuestra vida en el que tenemos que, por iniciativa propia, “llamar a nuestra familia” en el cielo y rezar. Y a menos que lo hagamos de manera regular, nuestra relación con ellos – y, posteriormente, nuestra conexión con quien nos ha creado – se marchitará. Por eso la Iglesia, en su gran amor por nosotros, nos da MUCHÍSIMAS opciones para elegir. Tan sólo hay que elegir una de ellas y comenzar a rezar.

¿Qué otro consejo de tu madre te ayudaría en tu vida espiritual?

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