Seguro algún escándalo de la Iglesia te causó dolor y quizás ha puesto en duda tu Fe. ¿Te ha pasado esto? Si es así, escucha a este santo.

San José María Escrivá de Badaguer comentó en una charla ante fieles católicos por qué él “tampoco cree en curas”.

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“Padre tengo un amigo con el que ha hablado muchas veces de ir a la iglesia, a  los sacramentos, y él siempre invariablemente me responde que que no cree en curas con o sin uniforme…”,  comentó un fiel.

Dile que yo tampoco creo en curas“,  respondió Josemaría Escrivá de Balaguer entre la risa de los asistentes a la charla.

A continuación señaló: “Yo venero al romano pontífice y lo amo, venero a todos los obispos y sacerdotes del mundo; pero no creo por ellos, por ninguno. Ni por todos los Papas, ni por todos los obispos, ni por todos los cardenales, ni por todos los párrocos y vice párrocos… ¡No señor! Ni por los sacristanes”.

Que no creo por eso. Creo per Dominum Nostrum Iesum Christum, por nuestro Señor Jesucristo que vino a la tierra a darnos la doctrina salvadora -que es la que tiene la Iglesia en depósito-, la que ahora predica la Iglesia al cabo de 2000 años,  y la que dentro de 2000 años predicarán sin poderla cambiar”.

“Le dirás esto hijo mío y dile que yo no me he enfadado, que además, mañana rezaré por él en la Santa Misa. Que rece por mí para que yo sea bueno”, concluyó San José María.

Una Iglesia santa que tiene pecadores

La enseñanza de San José María Escrivá de Badaguer sobre el fundamento de la fe católica refiere tiene como trasfondo la pregunta que todos los creyentes se hicieron alguna vez: ¿puede ser santa una Iglesia con pecadores?

La respuesta es sí, la Iglesia es santa aunque nosotros, sus miembros, seamos pecadores. El célebre teólogo Yves Congar explicó de forma sencilla cómo es posible esta realidad: existe por la santidad en y la santidad de la Iglesia.

Según el teólogo, la Iglesia es una creación del Espíritu Santo y su vida le viene de la animación que recibe de Él. No es, a semejanza de una sociedad humana, un conjunto que resulta de la suma de todos los creyentes individuales, de sus esfuerzos y actividades.

Esto significa que hay un elemento divino que caracteriza a esta institución y la hace santa más allá de cómo obren las personas particulares.

La santidad de la Iglesia

Cuando se habla de esta forma de santidad, se afirma, en principio, que la Iglesia es santa en su origen, porque es santo su Fundador, Cristo, y también es santo su principio vital, el Espíritu Santo.

Es santa en su fin, que es la gloria de Dios y la salvación y santificación del ser humano. Además, también lo es en sus medios, es decir, en sus artículos de fe, preceptos y consejos morales, sacramentos y sacramentales.

Por último, la Iglesia es santa en sus frutos, porque son santos muchos de sus miembros. Pero este es el tema que sigue.

La santidad en la Iglesia

Este tipo de santidad refiere a la posesión del estado de gracia de cada persona, y significa que la santidad en la Iglesia es propia de cada uno de sus miembros, de la relación personal que establece con Dios.

Por esta razón, en sus dos mil años de historia, la Nave de Pedro ha visto surgir grandes santos pero también grandes pecadores que escandalizaron (y escandalizan) a los fieles. Y sin embargo, puede decirse que la Iglesia es santa.

¡La Iglesia es santa y nos brinda los medios para que nosotros seamos santos también!

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