Su nombre era María Isabel Acuña, pero se la conoce popularmente como la Niña Marisa. Se trata de una niña costarricense nacida a mediados del siglo XX que se encuentra camino a los altares desde 2018.

La Niña Marisa, nació en el distrito de Heredia, Costa Rica, en 1941, y desde temprana edad manifestó su inmensa fe y amor a Jesús y su servicio a los más necesitados.

Tenía apenas 12 años cuando le diagnosticaron un tumor cerebral, y lejos de asustarse por el diagnóstico, la pequeña ofreció su dolor al Señor y pidió por la conversión de su padre, quien se había alejado de la fe católica.

La niña que entregó su sufrimiento, convirtió a su padre y va camino a los altares

El 15 de agosto de 1954, su estado irreversible empeoró y falleció con apenas 13 años. Sin embargo, su testimonio de fe y entereza ante la enfermedad conmovió tanto a su padre que volvió a la Iglesia y comulgó con ella.

Desde aquel momento en que María Isabel -la Niña Marisa- partió a la Casa del Padre, muchas personas de diferentes generaciones aseguran haber recibido favores por su intercesión.

En el año 2018 comenzó el proceso que podría llevarla a los altares y el hoy Dicaterio para la Causa de los Santos le concedió ser llamada “Sierva de Dios”.

La primera parte de este proceso -la fase diocesana- está punto de concluir, luego de que se recolectaran múltiples testimonios de quienes la conocieron.

Una vez finalizada esta etapa, los informes serán enviados a la Santa Sede -comenzando la fase romana- donde se determinará la vivencia de las Virtudes Heroicas de la Niña Marisa. Si esto de determina, comenzará el proceso para comprobar, a través de medios documentales o médicos, un milagro realizado por su intercesión.

Oración para pedir su beatificación de la Niña Marisa

Dios lleno de ternura y bondad, que escogiste a la Niña Marisa para que fuera un testimonio elocuente de la vida cristiana en la inocencia de su infancia. Te pedimos humildemente que, así como adornaste con tu gracia la vida de esta niña con virtudes excepcionales, así nos embellezcas, a nosotros con gracias que nos permitan mostrar el rostro de Cristo a los hermanos.

Permítenos ser, a ejemplo de ella, sencillos, humildes, serviciales, amorosos y sobre todo, obedientes a tu santísima voluntad, que puede pedirnos hasta la ofrenda de nuestra vida, por la enfermedad, como se lo pediste a tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo en el altar de la cruz, para luego glorificarlo por la Resurrección de entre los muertos. Te lo pedimos, Padre, por la mediación única de Jesucristo, tu Hijo, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.

(Pídase la gracia por intercesión de la Niña Marisa)

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

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