En el contexto de la pandemia y sin poder acceder a las formas habituales de recibir los sacramentos, la Divina Misericordia se convierte en nuestro mejor refugio. En este artículo te acercamos cuatro pasos para encomendarte a Jesús misericordioso de una manera efectiva y obtener el perdón de tus pecados.

Jesús nos reveló a través de Santa Faustina esta dimensión de su inmenso amor que es la Divina Misericordia. Durante su vida, Cristo se preocupó de fundar una Iglesia y dejarnos a través de ella los sacramentos, signos sensibles y eficaces para vivir en gracia. Uno de ellos es el sacramento de la reconciliación.

A través de la confesión, obtenemos el perdón de los pecados. Pero, ¿qué puedes hacer cuando no es posible acceder a un sacerdote para confesar tus pecados?

Aquí tienes 4 pasos sencillos para obtener el perdón de tus pecados y encomendarte a la Divina Misericordia

1. Haz un examen de conciencia

Se trata de una evaluación de nuestra conciencia, un momento de introspección para reconocer nuestras faltas y debilidades, para con Dios y nuestros hermanos.

El objetivo de este ejercicio no es angustiarse sino, confiando en la Divina Misericordia, reconocer nuestros pecados.

Aquí te acercamos una serie de preguntas que pueden orientarte en tu examen de conciencia a partir de los dos mandamientos mayores que nos dio Jesús.  Las hemos extraído del sitio opusdei.org.

Amarás a Dios sobre todas las cosas…

¿Creo todo lo que Dios ha revelado y nos enseña la Iglesia Católica? ¿He dudado o negado las verdades de la fe católica?

¿Hago con desgana las cosas que se refieren a Dios? ¿Me acuerdo del Señor a lo largo del día? ¿Rezo en algún momento de la jornada?

¿He blasfemado? ¿Juré sin necesidad o sin verdad? ¿Practique la superstición o el espiritismo?

¿He faltado a Misa los domingos o días festivos? ¿He cumplido los días de ayuno y abstinencia?

… y al prójimo como a ti mismo.

¿Manifiesto respeto y cariño a mis familiares? ¿estoy pendiente y ayudo en el cuidado de mis padres o familiares si lo necesitan? ¿Soy amable con los extraños y me falta esa amabilidad en la vida de familia? ¿tengo paciencia?

¿Permito que mi trabajo ocupe tiempo y energías que corresponden a mi familia o amigos? Si estoy casado, ¿he fortalecido la autoridad de mi cónyuge, evitando reprenderle, contradecirle o discutirle delante de los hijos?

¿Respeto la vida humana? ¿He cooperado o alentado a alguien a abortar, destruir embriones, a la eutanasia o cualquier otro medio que atente contra la vida de seres humanos?

¿Deseo el bien a los demás, o albergo odios y realizo juicios críticos? ¿He sido violento verbal o físicamente en familia, en el trabajo o en otros ambientes? ¿He dado mal ejemplo a las personas que me rodean? ¿Les corrijo con cólera o injustamente?

¿Procuro cuidar mi salud? ¿He tomado alcohol en exceso? ¿He tomado drogas? ¿Arriesgué mi vida injustificadamente (por el modo de conducir, las diversiones, etc.)?

¿He mirado vídeos o páginas web pornográficas? ¿Incito a otros a hacer el mal?

¿Vivo la castidad? ¿He cometido actos impuros conmigo mismo o con otras personas? ¿He consentido pensamientos, deseos o sensaciones impuras? ¿Vivo con alguien como si estuviéramos casados sin estarlo?

Si estoy casado, ¿he cuidado la fidelidad matrimonial? ¿procuro amar a mi cónyuge por encima de cualquier otra persona? ¿Pongo mi matrimonio y mis hijos en primer lugar? ¿Tengo una actitud abierta a nuevas vidas?

¿He tomado dinero o cosas que no son mías? ¿En su caso, he restituido o reparado?

¿Procuro cumplir con mis deberes profesionales? ¿Soy honesto? ¿engañé a otros: cobrando más de lo debido, ofreciendo a propósito un servicio defectuoso?

¿He gastado dinero para mi comodidad o lujo personal olvidando mis responsabilidades hacia otros y hacia la Iglesia? ¿He desatendido a los pobres o a los necesitados? ¿Cumplo con mis deberes de ciudadano?

¿Dije mentiras? ¿Reparé el daño que haya podido seguirse? ¿He descubierto, sin causa justa, defectos graves de otras personas? ¿Hablé o pensé mal de otros? ¿Calumnié?

2. Realiza un acto de contrición

Contrición significa “reducir a polvo un cuerpo duro”, y hace referencia a ese dolor del alma que sentimos por haber ofendido a Dios con nuestro pecados. Mediante un acto de contrición ponemos en palabras nuestro desagrado por haber pecado y manifestamos el propósito de no volver a pecar.

¡Señor mío, Jesucristo! Dios y Hombre verdadero,

Creador, Padre y Redentor mío;

por ser Vos quien sos, Bondad infinita,

y porque te amo sobre todas las cosas,

me pesa de todo corazón de haberte ofendido;

también me pesa porque puedes castigarme con las penas del infierno.

Ayudado de Tu divina gracia propongo firmemente

nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.

Amén.

Si estamos verdaderamente arrepentidos -y no podemos acceder a un sacerdote-, ¡tenemos el perdón de Dios! Pero cuando todo esto pase recuerda realizar tu confesión ante un párroco.

3. Reza la coronilla de la Divina Misericordia

Toda confesión requiere una satisfacción, es decir, intentar reparar el daño causado. Cuando recurrimos al sacramento de la confesión, el sacerdote nos indica qué pena debemos cumplir.

Claro que esta situación no podemos acceder a un párroco que nos imponga la penitencia. Pero sí podemos acercarnos a Jesús para poner nuestra ofensa en sus manos misericordiosas. Cristo le dijo a Santa Faustina de Kowalska:

“Alienta a las personas a decir la Coronilla que te he dado.  Quien la recite recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes la recomendarán a los pecadores como su último refugio de salvación.

Aún si el pecador más empedernido hubiese recitado esta Coronilla al menos una vez, recibirá la gracia de Mi infinita Misericordia. Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en Mi Misericordia”. (Diario de Santa Faustina).

Aquí puedes encontrar cómo rezar la Coronilla de la Divina Misericordia.

4. Realiza una obra de Misericordia

Finalmente, podemos reparar el daño cometido complementando nuestra oración con alguna obra de misericordia. Estas acciones caritativas buscan ayudar al prójimo en sus necesidades físicas y espirituales.

¿Cuales son? Las obras de misericordia corporales son: Visitar a los enfermos, dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, Vestir al desnudo, dar posada al peregrino, visitar a los presos y enterrar a los difuntos.

Entretanto, las obras de misericordia espirituales son enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar al que nos ofende, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos del prójimo y rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

¡Por supuesto! En este contexto de aislamiento social hay muchas cosas que no podemos hacer, pero ¡sé creativo! Puedes empezar con tu familia y amigos.

Jesús dijo, “les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 25, 40) .

¡Jesús, en Tí confío!

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