La Virgen María es nuestra abogada y mayor ayuda en cuanto nuestro combate espiritual, pues es nuestra querida intercesora frente a Cristo.

Los santos comprendían esto muy bien, y no lo pensaban 2 veces en invocarla y pronunciar su nombre en sus oraciones para pedirle ayuda, o amarla como su Madre guía y protectora.

Les compartimos 3 oraciones de santos que exaltan a la Virgen María, así como su nombre y todos los bienes que ella nos consigue: 

Oración de San Bernardo

“¡Oh! tú, quien quiera que seas, que te sientes lejos de tierra firme,
arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y tempestades,
si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta estrella.

Si el viento de las tentaciones se levanta,
si el escollo de las tribulaciones se interpone en tu camino,
mira la estrella, invoca a María.

Si eres balanceado por las agitaciones del orgullo,
de la ambición, de la murmuración, de la envidia,
mira la estrella, invoca a María.

Si la cólera, la avaricia, los deseos impuros
sacuden la frágil embarcación de tu alma,
levanta los ojos hacia María.

Si perturbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes,
confuso ante las torpezas de tu conciencia,
aterrorizado por el miedo del Juicio,
comienzas a dejarte arrastrar por el torbellino de tristeza,
a despeñarte en el abismo de la desesperación, piensa en María.

Si se levantan las tempestades de tus pasiones,
mira a la Estrella, invoca a María.

Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu,
levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María.

Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación,
lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios.

Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás.
Y guiado por Ella llegarás al Puerto Celestial.

Que su nombre nunca se aparte de tus labios, jamás abandone tu corazón;
y para alcanzar el socorro de su intercesión, no descuides los ejemplos de su vida.

Siguiéndola, no te extraviarás, rezándole, no desesperarás,
pensando en Ella, evitarás todo error.

Si Ella te sustenta, no caerás; si Ella te protege, nada tendrás que temer;
si Ella te conduce, no te cansarás; si Ella te es favorable, alcanzarás el fin.

Y así verificarás, por tu propia experiencia,
con cuánta razón fue dicho: ‘Y el nombre de la Virgen era María’”.

Oración de San Metodio, hermano de San Cirilo o Constantino

“Vuestro nombre, oh Madre de Dios,
está lleno de todas las gracias y bendiciones
divinas, Vos habéis llevado en vuestro seno
al que es incomprensible, y alimentado al que
alimenta a todo el universo.

El que llena el Cielo y la tierra, el Señor del mundo,
ha querido seros deudor, por haberle Vos revestido
de la carne humana que antes no tenía.

Regocijaos, oh Madre, oh sierva de Dios,
pues tenéis por deudor al que da el ser a
todas las criaturas. Nosotros somos todos
deudores a Dios, pero Dios es deudor vuestro.

Así es, oh santísima Madre del Salvador, que
vuestra bondad y vuestra caridad exceden a
las de todos los otros Santos, y que en el Cielo
podéis más que todos ellos cerca de Dios,
porque sois su Madre.

¡Ah!, nosotros, que celebramos vuestras glorias
y comprendemos cuán excelsa es vuestra bondad,
os suplicamos que os acordéis de nosotros y
de nuestras miserias.
Amén”.

Oración de San Logorio

¡Madre de Dios y Madre mía María!
Yo no soy digno de pronunciar tu nombre;
pero tú que deseas y quieres mi salvación,
me has de otorgar, aunque mi lengua no es pura,
que pueda llamar en mi socorro tu santo y poderoso nombre,
que es ayuda en la vida y salvación al morir.

¡Dulce Madre, María!
haz que tu nombre, de hoy en adelante,
sea la respiración de mi vida.

No tardes, Señora, en auxiliarme cada vez que te llame,
pues en cada tentación que me combata,
y en cualquier necesidad que experimente,
quiero llamarte sin cesar.

¡María!

Así espero hacerlo en la vida, y así, sobre todo,
en la última hora para alabar,
siempre en el cielo tu nombre amado:

‘¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!’
¡Qué aliento, dulzura y confianza,
qué ternura siento con sólo nombrarte y pensar en ti!

Doy gracias a nuestro Señor y Dios,
que nos ha dado para nuestro bien,
este nombre tan dulce, tan amable y poderoso.

Señora, no me contento con sólo pronunciar tu nombre;
quiero que tu amor me recuerde
que debo llamarte a cada instante;
y que pueda exclamar con san Anselmo:
“¡Oh nombre de la Madre de Dios, tú eres el amor mío!”.

Amada María y amado Jesús mío,
que vivan siempre en mi corazón y en el de todos,
vuestros nombres salvadores.

Que se olvide mi mente de cualquier otro nombre,
para acordarme sólo y siempre,
de invocar vuestros nombres adorados.

Jesús, Redentor mío, y Madre mía María,
cuando llegue la hora de dejar esta vida,
concédeme entonces la gracia de deciros:
‘Os amo, Jesús y María;
Jesús y María, os doy el corazón y el alma mía’.
Amén”.

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