Es difícil imaginar a la Iglesia sin los franciscanos ¡Pero no siempre fue así!

Cuando San Francisco y su pequeño grupo de frailes llegaron en Roma en 1209 para pedir la aprobación papal, el Papa Inocencio III era un poco escéptico sobre sus ideales y normas.

En las décadas anteriores, la Iglesia tuvo muchos problemas con un grupo de herejes llamados Waldensians que, como los franciscanos, también predicaba la pobreza radical ¿Serían los franciscanos parte del problema?

¡Pero la providencia de Dios no falla nunca! Cuando los franciscanos llegaron a Roma, conocieron al Cardenal Sabina, el confesor del Papa, que inmediatamente simpatizó con su causa. El cardenal convenció al pontífice a encontrarse con el grupo.

Después de aproximadamente una semana, Inocencio III finalmente accedió a dar una aprobación informal temporal, diciéndoles que, si sus números seguían creciendo, ellos podrían regresar y solicitar la aprobación oficial.

El sueño de Inocencio III

Más tarde ese año, Inocencio III tuvo una experiencia que no esperaba: un sueño sobrenatural de los franciscanos.

En su sueño, vio la basílica de San Juan de Letrán, la catedral de Roma, y ​​estaba derrumbándose. Pero alguien estaba parado en la fisura: era San Francisco de Asís, el joven líder del nuevo grupo “extraño”, y él estaba sosteniendo la basílica.

La implicación era clara: los franciscanos desempeñan un papel fundamental en el apoyo al papado ya toda la Iglesia Católica. Inspirado por el sueño, casi un año después de su primer encuentro, el Papa Inocencio III reconoció oficialmente la nueva Orden de los Hermanos Menores, o los Franciscanos.

¡Y el resto es historia!

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