Santa Isabel fue la hija del rey Andrés II de Hungría, y si bien pudo haberse entregado a un estilo de vida extravagante, eligió una de simplicidad, sacrificio, servicio y santidad.

En el 2010, el Papa Benedicto XVI indicó: “Una vez, al entrar en una iglesia en la Fiesta de la Asunción, ella se quitó la corona, la colocó ante el Crucifijo y, cubriéndose la cara, quedó postrada en el suelo”.

Cuando su suegra la reprendió por esto, ella respondió: “¿Cómo puedo yo, una criatura miserable, continuar usando una corona de dignidad terrenal, cuando veo a mi Rey Jesucristo coronado de espinas?”

Practicaba diligentemente las obras de misericordia: daba comida y bebida a quienes llamaban a su puerta, compraba ropa, pagaba deudas, cuidaba a los enfermos y enterraba a los muertos.

Después de que su esposo murió, abandonó el palacio e ingresó a la tercera orden franciscana.

Años después fundó un hospital en honor a San Francisco de Asís, fue aquí que dedicó el resto de su vida a servir a los enfermos y los pobres.

Santa Isabel murió a la temprana edad de 23 años. El Papa Gregorio IX la canonizó en 1235, solo cuatro años después de su muerte.

Nota Original de ChurchPop

Comparte