El primer mandamiento consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, por encima de la familia, los amigos, las cosas materiales, etc.

Cuando comenzamos a poner la “Fe” en otras creencias o supersticiones, faltamos tristemente al primer mandamiento (Cfr. Ex 20,3 ss.) y en ocasiones nos desviamos por caminos desconocidos.

Un católico debe ser ajeno a las supersticiones y estas populares tradiciones de fin de año no son cristianas:

12 uvas, 12 deseos

Las doce uvas “de la suerte” se popularizaron en España en la Nochevieja de 1909, debido a un excedente de la cosecha en Alicante. Sin embargo, ya en el siglo XIX existía la costumbre entre los burgueses españoles de comer uvas y brindar con champán para despedir el año.

En México se le dio un sentido supersticioso al creer que al comer 12 uvas a las 12 de la noche el día 31 de diciembre pidiendo 12 deseos, estos se cumplirían durante el año entrante.

Nosotros como cristianos no creemos en la suerte ni pedimos deseos. Creemos en las bendiciones de Dios, y en cuanto a la “suerte” creemos más bien en la voluntad del Padre. (Cfr. Lc 22,42)

Ropa interior de color, o al revés

Se tiene la creencia de que, dependiendo el color de ropa interior que vistas, tendrás fortuna o éxito el año entrante. Recordemos que los cristianos no son supersticiosos ya que al poner nuestra confianza en un par de calzoncillos estamos haciendo a un lado a nuestro Creador (Cfr. Mt 22,37-38).

Sacar las maletas de casa

Otra costumbre es sacar las maletas de casa el día 31 de diciembre con la creencia de que el año siguiente tendrás muchos viajes.

Con esto se vuelve a lo mismo: superstición. La mayoría de las personas que realizan estas prácticas ni siquiera se preguntan de dónde provienen. Suelen hacerlas por imitar a los amigos o porque lo vieron en televisión.

Barrer a media noche

Consiste en ponerse a barrer exactamente a las 12 de la noche del 31 de diciembre. Esto con el objetivo de sacar todas las “malas vibras” que se acumularon durante el año; la idea es expulsar todo lo malo y negativo del hogar.

Si decimos ser verdaderos cristianos católicos, lo mejor es dejar de practicar todas estas costumbres que se han ido transmitiendo de generación en generación.


Sería bueno que este año que viene podamos hacernos una pregunta: ¿soy o no soy cristiano católico? Si tu respuesta es sí, felicidades, pero debes cambiar de una buena vez este tipo de prácticas para que puedas convertirte en un auténtico hijo de Dios.

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