Cuando un sacerdote pide la dispensa del sacerdocio, como esta semana ocurrió con el conocido Padre Alberto Linero en Colombia, muchos se preguntan cómo es que un presbítero puede llegar a tomar una decisión tan drástica y lamentable.

En Twitter, Fray Nelson Medina, un sacerdote que evangeliza a través de las redes sociales, ofreció una práctica guía para que los fieles puedan identificar (y luego ayudar) a los presbíteros y consagrados que podrían estar atravesando una crisis.

Estas son las 10 señales preocupantes que propone Fray Nelson:

  1. Habla mucho de “su” felicidad y de “su” realización personal.
  2. Su lenguaje quiere agradar a todos; busca y disfruta del aplauso del mundo.
  3. En los temas morales polémicos se abstiene o toma la postura de la mayoría.
  4. Celebra la liturgia con descuido, o solo como escenario para su propio protagonismo.
  5. Manifiesta gusto progresivo por ser muy bien acogido en los medios de comunicación ajenos a la Iglesia. Engaña o se engaña diciendo que eso es evangelización.
  6. Se le ve entusiasmado por el dinero, la moda, o en general el tipo de vida de las élites económicas o políticas.
  7. No manifiesta amor a la Iglesia ni a su consagración o su comunidad.
  8. Sus posturas teológicas son inseguras, relativistas, mudables o en perpetua adaptación a la que hoy se dice o es popular.
  9. Se muestra “audaz” en asuntos morales discutidos de actualidad, y presenta su “audacia” como si fuera un pionero de lo que “un día la Iglesia aceptará”. 
  10. Cultiva una vida privada que deja muchos interrogantes, incluso para su propios hermanos de sacerdocio o de comunidad.


“Si notas que un religioso, religiosa o sacerdote cercano a ti presenta dos o más de las anteriores señales, PREOCÚPATE y haz todo lo que puedes para que no se pierda esa vocación”, pide Fray Nelson.

No olvidemos que todos los consagrados -sacerdotes, monjas, religiosos, etc.-  son nuestros hermanos y requieren tanta compañía y ayuda como cualquier ser humano. ¡Salgamos a su encuentro!

Oremos por nuestros sacerdotes y por nosotros mismos. Por nuestra conversión como miembros de la Iglesia, y para que tengamos a Cristo presente en nuestras parroquias.

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