La historia del P. Ignacio María Doñoro, misionero español y capellán militar, comenzó con un acto de valentía casi de película: haciéndose pasar por traficante para salvar a un niño vendido por sus padres para el tráfico de órganos. Este suceso marcó el inicio de una misión que lo llevaría a transformar miles de vidas a través del Hogar Nazaret, en una de las zonas más pobres del Perú.
“Me encuentro con el caso de un niño que fue vendido por sus padres para tráfico de órganos, y, bueno, pienso: algo decente debo hacer en esta vida, tener un purgatorio más pequeño si rescato este niño. Pues me hice pasar por traficante. De una manera muy fácil rescaté al niño. Me di cuenta de la problemática; no acababa de creer que había otro mundo detrás del que vivíamos nosotros”, contó el sacerdote en una entrevista para el programa “Misión Posible” de las Obras Misionales Pontificias.
Este dramático rescate despertó en él una vocación que lo ha llevado a trabajar en países como El Salvador, Colombia, Marruecos y Mozambique.
En 2011, el P. Doñoro fundó el Hogar Nazaret en Puerto Maldonado, Perú, un lugar marcado por el tráfico de personas y una extrema pobreza. Este hogar acoge a niños rescatados de situaciones de abuso y explotación.
“Nadie tiene más amor que el que da la vida. Y eso es lo que resonaba en mi corazón. En contra de la razón, de lo que era lógico, e incluso de todos mis compañeros sacerdotes y de mi propia familia, decidí irme al último rincón del mundo. Donde la persona no vale nada, donde hay tráfico de personas, es en Madre de Dios, en Puerto Maldonado, en Perú”.
Para el sacerdote, el objetivo de esta obra es claro: “Consolar el Corazón de Cristo”.
“¿Por qué lo hice? Se puede resumir en una frase que podría ser el título de una canción: lo hice por amor, y no hay más razón que el amor.
A veces la gente te dice: "No, es que estos niños, el día de mañana, te lo van a agradecer". Ni me lo van a agradecer, ni espero que me lo agradezcan. Es por amor. Fue por amor.
Cuando le dices al Señor: ‘Donde tú quieras, como tú quieras’, entonces el Señor te lleva, pues, donde tú no quieres, a lo que no te apetece, lo que no te gusta, lo que no es agradable. Pero, claro, ahí te encuentras con una presencia tan fuerte y te sientes amado de una manera tan especial. Y cuando te sientes tan amado, tan feliz, pues quieres que se contagie y que se transmita”.
Amor que transforma vidas
El Hogar Nazaret no es un orfanato típico; es un lugar donde se vive la fe y el amor de manera palpable. Los niños, muchos de ellos con enfermedades graves y traumas profundos, experimentan una transformación integral.
“Llegan totalmente rotos. Llegan con leishmaniasis, que es una enfermedad parecida a la lepra, con infecciones, carne podrida. Llegan con el alma rota, con historias increíbles. Siempre digo que, para mí, son unos héroes, porque, si yo hubiera vivido esas situaciones, confieso realmente que me habría suicidado. No habría podido aguantar. Son unos resilientes, son unos héroes”.
El sacerdote resaltó cómo el amor de Dios es capaz de hacer milagros en la vida de estos niños.
“Estamos totalmente convencidos de que el Señor los va a sanar. Esto no lo imagináis, es un milagro. Cuando una persona se siente amada, se siente imprescindible, única, irrepetible, especial, el cambio no solo es interior, sino también físico, porque la persona es una unidad”.
La alegría y el cariño son el corazón del Hogar Nazaret.
“Cuando vienen de fuera a ver la casa, les pregunto: ‘Oye, ¿qué es lo que más te llama la atención del hogar Nazaret?’ Y me responden: ‘Lo muchísimo que se quieren’.
Bueno, pues en esta casa, en estas casas que tenemos, unas para niños, otras para niñas, y ahora con un tercer proyecto, Jesús está en medio. Jesús es uno más. Entran en la casa y saludan a Jesús; se van de la casa y se despiden de Jesús”.
Una fe que sostiene
El camino del P. Doñoro no ha estado exento de peligros. En 2015, mientras estaba en Puerto Maldonado, despertó un día con tres pistolas apuntando a su cabeza.
“La misión de Hogar Nazaret era sacar a personas del tráfico de personas, que mueve muchísimo dinero, más que las drogas, más que la prostitución. Y me pillaron, me pillaron que era yo el que movía los hilos y entonces pues me ataron de pies y manos, me golpearon”.
En un momento, el sacerdote dejó de sentir su cuerpo y pensó que la muerte se acercaba.
“Entonces, empecé a pensar en cosas positivas, y lo más positivo que se me ocurría era cuando había recogido bebés, cuando había salvado, por misericordia de Dios, a mamás que iban a abortar. O cuando había estado en El Salvador, en Colombia, en Tánger o en Mozambique. Entonces, me invadió una alegría tremenda, un gozo inmenso, y, gracias a ese gozo, psicológicamente pude superar el dolor.
Llegó un momento en que no sentía el cuerpo. Me tiraron del brazo izquierdo, y ahí noté cómo me arrancaban todos los tendones. El dolor fue insoportable, pero también pensé: ‘Bueno, y si me hago el muerto, a lo mejor salvo la vida’. Y efectivamente, de repente amaneció, y la sorpresa fue que no me remataron”.
Sin embargo, lejos de abandonar su misión, este episodio reforzó su compromiso.
“Estoy loco, pero loco de amor. Quiero volver porque sé que es el Señor quien hace esta obra”, afirma.
El P. Doñoro también ha escrito el libro “El Fuego de María” donde habla más sobre la vida en Hogar Nazaret y cuyas ventas ayudan al sostenimiento del proyecto. Puedes conocer más aquí.