La Eucaristía es central en nuestra fe católica y los santos lo sabían. Ellos comparten un amor común por Jesús Eucaristía y nos han dejado poderosas oraciones que encienden el corazón en devoción al Santísimo Sacramento.

Durante un encuentro con los miembros del Comité organizador del Congreso Eucarístico Nacional en Estados Unidos, el Papa Francisco remarcó que es el Cuerpo de Cristo el que nos da vida.

"La Eucaristía es la respuesta de Dios al hambre más profunda del corazón humano, al hambre de vida verdadera: en ella Cristo mismo está realmente en medio de nosotros para alimentarnos, consolarnos y sostenernos en nuestro camino”, resaltó.

Inspirados por su profunda devoción, algunos santos han compuesto oraciones que ayudan a los fieles a acercarse más a Cristo y son perfectas para acompañarnos en nuestra rutina diaria.

Te dejamos 5 oraciones para rezar durante la Hora Santa, después de la comunión, o en cualquier momento del día.

1. San Ignacio de Loyola - Anima Christi 

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.

Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos.

Amén.

2. Santa Catalina de Siena - Oración a Jesús en la Eucaristía 

¡Oh caridad sin límites! Así como te diste a nosotros, completamente Dios y completamente hombre, también nos dejaste todo de ti como alimento para que, mientras somos peregrinos en esta vida, no nos desmayemos en nuestro cansancio, sino que seamos fortalecidos por ti, Alimento Celestial.

¡Oh, pueblo mercenario! ¿Y qué les ha dejado su Dios? Él les ha dejado a sí mismo, completamente Dios y completamente hombre, oculto bajo la blancura de este pan.

¡Oh fuego de amor! ¿No fue suficiente regalarnos la creación a tu imagen y semejanza, y crearnos de nuevo por la gracia en la sangre de tu Hijo, sin darnos a ti mismo como alimento, la totalidad del ser divino, la totalidad de Dios?

¿Qué te impulsó? Nada más que tu caridad, ¡Loco de amor Tú estás!

3. San Buenaventura - Concede que mi alma pueda anhelarte 

Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío,
la médula de mi alma con el suavisísimo
y saludabilísimo dardo de tu amor
con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica,
a fin de que mi alma desfallezca y se derrita siempre sólo en amarte
y en deseo de poseerte: que por Ti suspire,
y desfallezca por hallarse en los atrios de tu Casa;
anhele ser desligado del cuerpo para unirse contigo.

Haz que mi alma tenga hambre de Ti, Pan de los Ángeles,
alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día,
lleno de fuerza, de toda dulzura y sabor, y detodo suave deleite. 

Oh Jesús, en quien se desean mirar los Ángeles:
tenga siempre mi corazón hambre de Ti,
y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor.

 Tenga siempre sed de Ti, fuente de vida,
manantial de sabiduría y de ciencia,
río de luz eterna, torrente de delicias,
abundancia de la Casa de Dios.

Que te desee, te busque, te halle;
que a Ti vaya y a Ti llegue; en Ti piense, de Ti hable,
y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre,
con humildad y discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto,
con perseverancia hasta el fin.

Para que Tú solo seas siempre mi esperanza,
toda mi confianza, mi riqueza
mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad,
mi paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida,
mi alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia,
mi posesión, mi tesoro,en el cual esté siempre fija y firme e inconmoviblemente
arraigada mi alma y mi corazón. 

Amén.

4. San Padre Pío - Oración después de la sagrada comunión 

Quédate, Señor, conmigo, porque es necesaria tu presencia para no olvidarte. Sabes cuán fácilmente te abandono. Quédate, Señor, conmigo, pues soy débil y necesito tu fuerza para no caer muchas veces. Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi luz y sin ti estoy en tinieblas.

Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi vida y sin ti pierdo el fervor. Quédate, Señor, conmigo, para darme a conocer tu voluntad. Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y te siga. Quédate, Señor, conmigo, pues deseo amarte mucho y estar siempre en tu compañía. Quédate, Señor, conmigo, si quieres que te sea fiel. Quédate, Señor, conmigo, porque por más pobre que sea mi alma, desea ser para ti un lugar de consuelo y un nido de amor.

Quédate, Jesús, conmigo, pues es tarde y el día se acaba… La vida pasa; la muerte, el juicio, la eternidad se acercan y es necesario recuperar mis fuerzas para no demorarme en el camino, y para ello te necesito. Ya es tarde y la muerte se acerca. Temo la oscuridad, las tentaciones, la aridez, la cruz, los sufrimientos – y te necesito mucho, Jesús mío, en esta noche de exilio.

Quédate, Jesús, conmigo, porque en esta noche de la vida, de peligros, necesito de ti. 

Haz que, como tus discípulos, te reconozca en la fracción del pan; que la comunión eucarística sea la luz que disipe las tinieblas, la fuerza que me sustenta y la única alegría de mi corazón.

Quédate, Señor, conmigo, porque en la hora de la muerte quiero estar unido a ti; si no por la comunión, al menos por la gracia y por el amor.

Quédate, Jesús, conmigo; no pido consuelos divinos porque no los merezco, sino el don de tu presencia, ¡ah, sí, te lo pido! Quédate, Señor, conmigo; sólo a ti te busco; tu amor, tu gracia, tu voluntad, tu corazón, tu espíritu, porque te amo y no pido otra recompensa sino amarte más. 

Con un amor firme, práctico, amarte de todo corazón en la tierra para seguirte amando perfectamente por toda la eternidad.

Amén.

5. San Alfonso María de Ligorio - A Jesús en el Santísimo Sacramento 

Mi Señor Jesucristo, que, por el amor que sientes por los hombres, permaneces con ellos día y noche en este Sacramento, lleno de misericordia y amor, esperando, invitando y recibiendo a todos los que vienen a visitarte, creo que estás presente en el Sacramento del Altar. 

Desde la profundidad de mi nada, te adoro. Te agradezco por todas las gracias que me has otorgado, especialmente por haberte dado a ti mismo en este Sacramento, por haberme dado a tu Santísima Madre María como mi abogada y por haberme llamado a visitarte en esta iglesia. 

Rindo homenaje a tu amoroso Corazón por tres fines: primero, en acción de gracias por este gran Don; segundo, para reparar por todos los ultrajes que recibes en este Sacramento de parte de tus enemigos; tercero, pretendo, con esta visita, adorarte en todos los lugares de la tierra donde estás presente en este Sacramento y dónde eres menos honrado y más abandonado.

Jesús mío, te amo con todo mi corazón. Me arrepiento de haberte ofendido tantas veces. Me propongo, con la ayuda de tu gracia, no ofenderte más; y en este momento, miserable como soy, te consagro todo mi ser. Te doy mi voluntad entera, todos mis afectos y deseos, y todo lo que tengo. 

A partir de este día, haz lo que quieras conmigo y con todo lo que me pertenece. Pido y deseo solo tu santo amor, el don de la perseverancia final y el cumplimiento perfecto de tu voluntad. Encomiendo a las almas del Purgatorio, especialmente a aquellas que fueron más devotas del Santísimo Sacramento y de la Santísima Virgen María; y también encomiendo a todos los pobres pecadores.

Finalmente, mi querido Salvador, uno todos mis afectos con los afectos de tu amoroso Corazón; y así unidos, los ofrezco a tu Padre Eterno, y le ruego, en tu Nombre y por tu causa, que los acepte y responda.

Amén.

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