La amistad que tenía San Martín de Porres con los animales no es noticia, tenía una sensibilidad hacia ellos parecida a la de San Francisco o San Antonio.

En una ocasión los mosquitos le hacían muchas heridas al momento de picarle. Juan Vázquez de la Parra le ofrecía mudarse para evitar la heridas.

San Martín de Porres le contestó: “¿Cómo hemos de merecer, si no damos de comer al hambriento?”. Juan Vásquez le replicó que eran mosquitos, no humanos. A lo que el santo respondió: “Sin embargo, se les debe dar de comer, que son criaturas de Dios".

En otro momento hubo una infestación de ratones en su ropería. Ante esto no quiso cazarlos, sino hablarles. Les dijo: “Hermanos, idos a la huerta, que allí hallaréis comida”.

Inmediatamente los ratones obedecían y se retiraban del ropero. Sin embargo, si alguno volvía, lo tomaba de la cola y lo votaba del cuarto diciéndole: “Vete adonde no hagas mal”.

Por último, no es difícil recordar una de las historias más famosas de San Martín de Porres. Fue aquella vez en que el santo logró hacer comer del mismo plato a tres animales que según el sentido son irreconciliables: un perro, un gato y un ratón.     

San Martín también amaba a otros animales. Mantenía en su celda a un perro que había rescatado de la calle y a un gato, los cuales eran tan amigos que comían del mismo plato.

Un día, mientras el perro y el gato comían en aparente paz del mismo plato, apareció un ratón atraído por el olor de la comida. El perro se sorprendió y ladró asustado, pero no tan asustado como el gato por el ladrido.

Alertado por el alboroto, San Martín de Porres trató de calmarles. “Cálmense, criaturas del Señor, cálmense”, dijo a los asustados animalitos.

Al ratón le dijo “Salga sin cuidado, hermano ratón. Paréceme que tiene necesidad de comer; venga, que no le harán daño”.

Y a los otros dos animales “Vaya, hijos, denle siempre un lugarcito al convidado, que Dios da para los tres”.

El pequeño roedor se acercó confiando en las palabras del santo y los otros dos lo recibieron sin protestar. Desde entonces los tres comieron juntos y en paz.

¡San Martín de Porres, ruega por nosotros!

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