En el corazón de Paraguay, un sacerdote italiano ha transformado la vida de más de 25 mil personas necesitadas, devolviéndoles la dignidad y un motivo para creer. Se trata del padre Aldo Trento, fundador de la Fundación San Rafael, un espacio de amor y misericordia.
A pocas semanas de su fallecimiento, recordemos su incansable labor con enfermos, pobres y olvidados, que ha llevado a muchos a compararlo con Santa Teresa de Calcuta, por su auténtico testimonio de amor cristiano.
Su vida y misión son narradas en la segunda temporada de la serie “Hagan Lío” de la Fundación Infinito +1, que destaca la labor de la Fundación San Rafael.
Una vocación temprana marcada por el servicio
El sacerdote de la Fraternidad San Carlos Borromeo nació el 12 de enero de 1947 en Belluno (Italia) en una familia pobre.
“Mi familia era muy pobre, muy miserable. Fui un niño bueno, educado en la fe, devoto de la Virgen. Misa diaria cada día, oraciones todos los días, Rosario por la noche. Después de ahí, llegó la llamada del Señor para seguirlo: mirando la película del padre Damiano en la isla de Molokai.
Mirando a este hombre que daba la vida por los leprosos, volviéndose leproso él mismo, me impresionó tanto que, al volver a casa, le dije a mi mamá: ‘Ya he decidido qué hacer de mi vida: consagrarla totalmente al Señor en favor de los pobres, de los leprosos si es posible’”.
A los 10 años ingresó al seminario de los padres Canosianos y fue ordenado sacerdote en 1972. En 1989, llegó a Paraguay, donde comenzó su labor pastoral con los más vulnerables, dando origen una década después a la Fundación San Rafael.
La Fundación San Rafael
La Fundación San Rafael brinda atención integral a quienes enfrentan el abandono, la pobreza y el sufrimiento. Entre sus principales obras se encuentran:
- Casa Chiquitunga: Hogar de amparo que acoge a niñas embarazadas que sufren abuso, maltrato o abandono.
- Fundación San Joaquín y Santa Ana: Albergue para adultos mayores en situación de abandono y extrema vulnerabilidad.
- Comedor Santa Magdalena de Canossa: Brinda alimento y víveres a quienes necesitan.
- Colegio Católico Politécnico Pa’i Lino y Escuela Pa’i Alberto: Centros de estudio que brindan educación digna a las familias de bajos recursos.
- Casa Divina Providencia “Don Luigi Giussani": Clínica de cuidados paliativos donde se alberga a enfermos terminales abandonados y de escasos recursos.
- Granja Padre Pío: Granja que da trabajo a víctimas del alcohol, la violencia y las drogas.
- Cementerio San José: Dan digna sepultura a los pacientes que han cuidado con tanto amor.
El objetivo de estas iniciativas no es solo brindar ayuda, sino también restaurar la dignidad y acercar a las personas a Dios.
“Ellos se sienten hombres, personas humanas con dignidad. Por eso me abrazan, me besan, me dan la mano, piden la bendición, toditos. Se sienten realizados como personas. Esta es la función de la Iglesia: evangelizar significa promover al hombre. Si el hombre no toma conciencia de su dignidad, no hemos evangelizado nada. Y esta es la cosa por la cual vale la pena luchar, sufrir, combatir todos los días. Dar la vida por Cristo significa dar la vida por los demás”, agregó el Padre Aldo.
La visita del Papa Francisco
En 2015, el Papa Francisco realizó una visita sorpresa a la Casa Divina Providencia, durante su viaje apostólico a Paraguay. Para el padre Aldo, esta visita fue una confirmación de que su obra era guiada por Dios.
"Estoy muy feliz hoy por mis hijos. Todos los chicos que están aquí son mis hijos. A veces tienen sida, tienen cáncer, niñas violadas, moribundos. Cada semana mueren dos o tres personas, y así ha sido por 10 años. Por eso, para mí, la visita del Papa ha sido como una confirmación de que esta obra es de Dios, no del padre Aldo. El Papa me dijo: 'Gracias, padre, seguí adelante'", indicó a los medios locales.
El desafío de la enfermedad y la santidad
Los últimos años del padre Aldo estuvieron marcados por su lucha contra la enfermedad, un desafío que asumió con fe y humildad.
"Ha sido el paso más difícil. Uno tiene una imagen irreal de ser protagonista de la obra. Percibir que mi protagonismo hoy significa ofrecerme como Cristo en la cruz, pasar del Cristo que predica por la calle al Cristo en Getsemaní, es la cosa más difícil. Porque es fácil decir ánimo al otro, pero cuando te toca a ti, es diferente. Para mí, el momento más difícil de la vida es ahora, ahora que estoy llegando a la meta".
El sacerdote subrayó la importancia de dar el sí al llamado de Dios, un Dios que lo ama y lo ha acompañado en los momentos donde el camino de la santidad se vuelve difícil.
“Él me mira, me ama mil veces más que mi mamá, me acompaña, me sostiene siempre, nunca me abandona. También en los momentos de temblor. Porque la vida de santidad no es como pensamos, donde todo es bello, todo es lindo. No. Es muy dura y muy difícil. A veces uno tiembla. Sin embargo, lo importante es entregarnos totalmente al Señor para que Él siga ayudándonos.
La gente mira la obra y dice: '¡Qué bello!', pero no sabe la batalla que está dentro de mí. Porque realmente el demonio es terrible. Él no soporta las obras que hablan de Cristo, no soporta a Cristo. El demonio es una realidad que intenta, de todas las maneras, disuadirte de seguir adelante, mostrándote tu fracaso, tu vida inútil".
Pero, ¿Es posible que alguien que ha logrado ayudar a más de 25 mil personas con su trabajo pueda sentir que su vida ha sido inútil?
"Sí. '¿Para qué? ¿Qué te sirve todo esto?', esa es mi tentación. '¿Qué cambia? Sufriste mucho, ¿por qué hiciste tanto?' ¿Por qué? Por Jesús lo hago. A mí me basta Jesús. Lo que hay aquí no es mío, es de Dios. Si hay algo que el demonio no soporta, es ver estas cosas, porque él sabe muy bien que donde está Cristo, él no puede nada.
Por eso me confieso todas las veces que puedo, porque sin la confesión no tendría la fuerza de resistir este asalto. No me preocupo por la obra, no miro la obra. Miro la obra que soy yo, yo como obra de Cristo.
La escena de este mundo pasa. Lo que no pasa es este deseo inmenso de amor que nadie puede sofocar, ni la peor enfermedad. Además, cuanto más haya sufrido uno en este mundo, tanto más será feliz en el paraíso".
El 20 de diciembre de 2024, a los 77 años, el padre Aldo Trento falleció dejando tras de sí un poderoso testimonio de fe, amor y entrega incondicional al servicio de los más necesitados.