El sacerdote de la Orden Franciscana y predicador portugués, San Antonio de Padua, es conocido por ser patrono de los objetos perdidos. Pero, ¿sabías que una antigua tradición pedía su ayuda para que las cartas llegaran a buen destino? Esta es la historia de la sigla S.A.G.

En un video, la cuenta de Instagram @retrograde.convert compartió el significado de “S.A.G.”, unas siglas que se solían escribir en las cartas y paquetes que se enviaban por correo.

El usuario comparte qué estás siglas, que uno creería que provienen del latín, realmente significan “San Antonio Guía”, una imploración al santo para que la valiosa correspondencia llegue con bien a su destino.

Pero, ¿de dónde viene esa tradición?

Según nos cuenta Elaine Jordan en “The History of the S.A.G. Abbreviation”, esta costumbre se origina en 1729, donde un comerciante de Oviedo (España) llamado Antonio Dante, tiene que viajar a Perú por trabajo.

La esposa le escribiría muchas cartas, sin tener respuesta alguna. Preocupada por su bienestar, se dirigió a San Antonio de Padua, para pedir su intercesión. Plegaría que sería respondida con un hecho milagroso.

El Padre Francisco de Paula Garzón narró esta faceta de San Antonio como cartero en su libro de 1955 “Vida de San Antonio de Padua”. El sacerdote indica que Francisca, la esposa de Dante, preocupada por no recibir respuesta, fue a la iglesia de San Francisco, de Oviedo, para pedir la ayuda del santo.

“En su ingenua confianza, coloca en manos del santo una nueva carta, dirigida a su marido: ‘Santo mío, le dice, haced, os lo suplico, que ésta le llegue, y que tenga dicha de recibir pronto su contestación’”, señaló.

Grande fue la tristeza de la mujer al ver que, al día siguiente, la imagen del santo todavía sostenía la carta. Al oír su llanto, el sacristán se le acerca y le pregunta el motivo de su pena.

Francisca le cuenta la dificultad por la que atraviesa y el sacerdote la anima a recoger la carta, que él había intentado tomar sin resultado alguno.

“Obedece la atribulada esposa, y sin el menor trabajo despréndese la carta, al tiempo mismo que de las mangas salen trescientas monedas de oro, que vienen a caer a sus pies”.

El sacristán llamó a los otros religiosos del convento para ver el milagro, y en frente de ellos, Francisca abre y lee la carta, que todavía se conserva en Oviedo.

“Mi querida esposa: Tiempo hacía que me encontraba en Lima, muy preocupado por no recibir noticias tuyas, cuando tu carta ha venido a traerme la tranquilidad y alegría; es un Padre de la Orden de San Francisco quien me la ha entregado.
Te quejas de que dejo tus cartas sin contestar, cuando es así que te puedo asegurar que no he recibido desde que estoy aquí ninguna tuya; tanto es así, que ya te daba por muerta; por lo que, al recibir esta última, mi alegría ha sido inmensa.
Te contesto por el mismo religioso que me la ha traído, y por él te envío trescientos duros en oro, que bastarán para tu mantenimiento hasta mi próxima llegada.
En la esperanza, pues, de verme pronto a tu lado, pido al Señor te sea favorable, encomendándome mucho a mi santo Patrón, y deseando ardientemente sigas escribiéndome con frecuencia. Tu entrañable esposo, Antonio Dante. – Lima, 23 de julio de 1729”.

Desde ese momento, muchos católicos tomaron la costumbre de escribir S.A.G. en las cartas para pedir la protección de San Antonio.

Jordan agregó que esta práctica fue luego fomentada por la Cofradía de San Antonio de los Frailes Franciscanos de Paterson, Nueva Jersey (Estados Unidos), que empezarían a promover la devoción promocionando sobres y sellos con la imagen del santo y las iniciales S.A.G.

¡Qué interesante tradición!

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